MARIA MANTILLA "YO SOY LA HIJA DE JOSE MARTI".
José Martí siempre llamó a María Mantilla “mi niña”. Le dedicó poemas, le prometió llevarla a París si regresaba vivo de la guerra y llevó un retrato de ella dentro de una medalla hasta su muerte en Dos Ríos. Por más de cien años la mayoría de los “especialistas” no han querido ver nada detrás de la devoción del Apóstol de la independencia de Cuba a la hija de su amiga Carmen Miyares.
Nuestro padres fundadores antes de estar en el pedestal de sus monumentos fueron hombres de carne y hueso.
El hecho de que tanto José Martí, como Carmen Miyares estuvieran casados con personas de las que no se podían divorciar cuando nació María Mantilla el 28 de noviembre de 1880 (Brooklyn, NY), pudo haber influido en la decisión de ambos de guardar el secreto por un tiempo. Martí se lo llevó a la tumba; pero Carmen Miyares se lo contó a su hija.
También está el hecho de que a los amigos cercanos de Martí estaban convencidos de que María Mantilla era su hija. Gonzalo de Quesada en particular, quien fuera secretario del Apóstol y guardara su papelería lo afirmaba tajantemente.
El asunto se mantuvo durante décadas silenciado por la complicidad de muchos. Referencias más o menos veladas se escurrieron en declaraciones de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, Juan Marinello o Nydia Sarabia, pero ninguno de ellos resultó tan categórico como la propia María Mantilla, quien sostuvo en 1959 un intercambio epistolar con Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del secretario de Martí, en el que se declaraba descendiente del Apóstol.
“Yo, como usted sabe, soy la hija de Martí”, rubricó sin medias tintas la mujer que hasta ese momento había mantenido en el más profundo ostracismo el secreto de su familia.
A vuelta de correo, la respuesta de Gonzalo: “Todos sabemos que usted lo es, y que si por ejemplo nosotros los Quesada nunca lo hemos expresado públicamente es porque no ha sido hasta ahora en que usted autoriza”.
Son demasiados testimonios para que al menos no se niegue la duda de forma tan vehemente por los que quieren un Martí “inmaculado”. Después de todo quién se atrevería a juzgar a José Martí por tener un amorío, ¿qué grandeza le resta un asunto tan personal al hombre que lo dio todo por Cuba?