Parecía una figura esculpida en ébano, siempre elegante, sereno, inmaculado y sin excesiva gestualidad, así se mostraba Barbarito Diez sobre el escenario, la voz melodiosa le brotaba natural, sin esfuerzo ni artificios, como salida de un inagotable manantial de arpegios; cantante afinado y muy preciso en cada nota musical, todo ello fue un don que le regaló la divina providencia pues nunca realizó estudios académicos de música.
La Voz de Oro del Danzón o El Príncipe del Danzón, fueron algunos de los epítetos que mereció Barbarito Diez, el hombre que es orgullo de toda Cuba, pero muy especialmente de Bolondrón, en la provincia de Matanzas, donde nació el 4 de diciembre de 1909 y de otro poblado de la oriental provincia de Las Tunas, Manatí, adonde fue a vivir desde los 4 años de edad hasta que se instala en La Habana en 1930 para iniciar su larga carrera artística.
En la capital comienza formando parte del trío Los Gracianos junto a Graciano Gómez e Isaac Oviedo y posteriormente alternó con la Orquesta de Antonio María Romeu, una de las agrupaciones danzoneras por excelencia de la época, de la que llegó a ser por mucho tiempo la voz principal.
Con sus amplias facultades vocales de tenor, nada le fue ajeno a Barbarito Diez en el pentagrama de la música popular cubana, interpretó la trova tradicional, habaneras, boleros, guarachas, sones y criollas, pero siempre con ese estilo danzonero que lo distinguió y convirtió en un cantante irrepetible.
Su voz de leyenda fue aplaudida y admirada en cabaret, teatros, bailes populares, radio y televisión en toda Cuba y en México, República Dominicana, Puerto Rico, Panamá, Estados Unidos y sobre todo en Venezuela, país en el que fue un verdadero ídolo.
En los años 80 del pasado siglo, cuando parecía que ya Barbarito Diez había agotado todas sus potencialidades artísticas, reverdece laureles al grabar un disco junto a la Rondalla Venezolana, una agrupación de cuerdas de hermosa sonoridad, con la que empastó perfectamente; ese fonograma hizo época en Latinoamérica y el Caribe; en el mismo descuella la mítica interpretación que hace Barbarito del tema "Caballo viejo", de Simón Díaz.
Al fallecer, el 6 de mayo de 1995, con 85 años de edad, ya Barbarito Diez hacía mucho tiempo había ascendido al pedestal de los intérpretes virtuosos e irrepetibles de la música cubana más auténtica.