Carlos Embale unas de las cuerdas vocales mejores dotadas del panorama sonoro cubano de todos los tiempos. De voz aguda y de amplio registro, dominó la interpretación de diversos géneros bailables de música antillana como el bolero, el son, la guaracha y sobre todo la rumba. Está considerado uno de los cimeros intérpretes de este ritmo.
La única magia que le tocó e hizo el milagro fue la del talento inmenso convertido en voz poderosa, abarcadora como ninguna otra, y ese indefinible estado de gracia con que entona un son, una columbia, un yambú, un guaguancó.
Embale nació en la Habana, en el populoso barrio de Jesús María. A fines de los años 30, debutó en el mundo del espectáculo con su presentación en La corte suprema del arte, popular programa de radio de aficionados. La aceptación ganada en la corte suprema, lo colocó inmediatamente como un cotizado intérprete de las orquestas y conjuntos de moda en la época.
Fue vocalista del Sexteto Boloña y la Orquesta “Melodías del 40”, conjunto que acompañara también al pintoresco Trespatines. Fue parte integral del Conjunto Matamoros de Miguel Matamoros y en los años 70 entró a formar parte del legendario Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro. Colaboró con Beny Moré, Mongo Santamaría, Compay Segundo y con el conjunto de rumbas de Alberto Zayas “el melodioso”.
Un elemento a destacar en su trayectoria como cantante lo constituye sus interpretaciones de música sacra de raíces negras ( yoruba y abakuá ) así como su capacidad única para la interpretación de la rumba.
Junto al grupo de Pello El Afokán y el pianista y musicólogo Odilio Urfé viajó a New York en el año 1979, donde se presentaría exitosamente en el Carnegie Hall. Los últimos días de su vida los pasaría en una gran miseria, pobreza, enfermedad y olvidado por todos. Murió La Habana 12 de marzo 1997