Pero todo eso no vale un grano de alpiste. Poco tiempo antes de que Cornwalis rindiese a Washington la espada de Inglaterra, cuando estaba reciente aún el caso de que el Congreso de las trece colonias no pudiera enviar al ejército de Washington los quinientos pesos que necesitaba, hubo en Filadelfia fiestas grandes en celebración de las casacas coloradas del inglés, y la ciudad se gastó unas 5,000 libras esterlinas en celebrar la casaca, y del brazo de ella bailaron las filadelfianas hasta que acabó la luz. Y muy contentas que estaban las casacas coloradas, y muy seguras de que tenían por suya a Filadelfia. "La Meschianza" se llamó aquella fiesta pomposa, y hubo cabalgatas, y pasos, y colgaduras, y torneos. Pocos meses después, cuando Washington había entrado triunfante por el arco de Trenton, aquel Washington a quien el Congreso no podía mandar los quinientos pesos, las damas hacían cola a la puerta de la comisión de baile, las damas mismas que bailaban con la casaca colorada, pidiendo de favor una papeleta de convite para el baile de estreno de la revolución.
Entre tantos aprendizajes que nos trato de enseñar nuestro Apóstol, aquí hay uno
Pero todo eso no vale un grano de alpiste. Poco tiempo antes de que Cornwalis rindiese a Washington la espada de Inglaterra, cuando estaba reciente aún el caso de que el Congreso de las trece colonias no pudiera enviar al ejército de Washington los quinientos pesos que necesitaba, hubo en Filadelfia fiestas grandes en celebración de las casacas coloradas del inglés, y la ciudad se gastó unas 5,000 libras esterlinas en celebrar la casaca, y del brazo de ella bailaron las filadelfianas hasta que acabó la luz. Y muy contentas que estaban las casacas coloradas, y muy seguras de que tenían por suya a Filadelfia. "La Meschianza" se llamó aquella fiesta pomposa, y hubo cabalgatas, y pasos, y colgaduras, y torneos. Pocos meses después, cuando Washington había entrado triunfante por el arco de Trenton, aquel Washington a quien el Congreso no podía mandar los quinientos pesos, las damas hacían cola a la puerta de la comisión de baile, las damas mismas que bailaban con la casaca colorada, pidiendo de favor una papeleta de convite para el baile de estreno de la revolución.