Misterio y Memorias de Semana Santa….
Irma Izquierdo, la misteriosa estigmatizada cubana en la Semana Santa de 1956
Irma Izquierdo, desde que era niña Irma aseguraba poder “ver” ciertas representaciones religiosas; y en diferentes ocasiones le daban unos ataques muy extraños y afirmaba haber tenido a su lado la imagen de Jesucristo.
Mientras corría la Semana Santa del año 1956 Irma llenó las primeras planas de todos los rotativos impresos cubanos y la noticia pronto comenzó a propagarse a toda Latinoamérica
y otras partes del mundo; se hicieron eco de ella los noticieros radiales y televisivos. Ya desde algunos días antes Irma sentía algunos cambios raros en sí misma; perdió el apetito y casi no comía, sólo probaba algunos sorbos de vino que acompañaba con pedacitos de pan.
decir de los facultativos que después estudiaron su caso, ya desde estos indicios se apreciaba en ella una idea obsesiva referente a la proximidad de la celebración religiosa y presentaba primero sudores sanguinolentos (que desde el punto de vista médico se llaman HEMATOHIDROSIS) y después le brotaron los estigmas en la piel, las marcas de los clavos en ambos pies y manos, los hematomas y verdugones en la espalda y en sus brazos como si hubiera recibido fuertes latigazos; otros hematomas formaban cruces en sus muslos y además un claro letrero en ambos muslos con la inscripción “INRI” que le fue puesta a Jesús de Nazaret durante la crucifixión y que significa “EL REY DE LOS JUDIOS”.
Cuando la población conoció lo que le estaba sucediendo a Irma y la opinión pública se centraba en ella, ella pidió que le construyeran una gran cruz con troncos de árboles lo más similar posible a aquella en que fue puesto Jesús. Cuando la tuvo se la echó al hombro y fue viajando con ella desde su pueblo natal hasta la Ermita de la Caridad del Cobre en el otro lado de la Isla de Cuba, recorriendo unos 900 km a lo largo del país y atrayendo siempre tras de sí a una gran muchedumbre que se le solidarizaba en la devoción y la penitencia.
Siempre dormía en hoteles, casas particulares o cuarteles pero nunca lo hizo a pie del camino.
Según la prensa de 1956, todos suponen a Irma como una joven seria, un poco reservada, quizá triste, con una mirada y unos ademanes que resultarían trasunto fiel del espíritu místico que acostumbra a impulsar las misiones religiosas… pero, nada de eso… Era una muchacha joven, contenta, afable, cariñosa, en cuyos gestos, en cuyos ojos, en cuya palabra, jamás se podía captar un rasgo que reflejara la idea del origen extraterrenal que afirmaba tiene su peregrinación.
Ni el esfuerzo que supone el desandar a pie la interminable carretera la hizo bajar de peso, a un periodista le comentó: “Desde que salí de La Habana he aumentado siete libras. ¡Si sigo así, llego a El Cobre con 130 libras de peso, que es el sueño de mi vida!” Aceptaba entrevistas pues, según ella, su misión necesitaba publicidad. “…así me lo ha pedido Dios. Si no es así no tendría razón de ser…
Aceptaba entrevistas pues, según ella, su misión necesitaba publicidad.
Cada día, después de situar la cruz en algún punto del camino, regresaba al hotel donde se alojaba o en alguna casa particular o cuartel y nunca iba a pies hasta su punto de descanso, sino que utilizaba para ello un pisicorre azul, modelo de 1956. Ese pisicorre llevaba su equipaje de viaje, y también infinidad de utensilios y objetos de cierta utilidad práctica: desde un farol de luz brillante hasta una caja conteniendo refrescos fríos.
El término de su ruta de peregrinación fue la iglesia del Cobre en Santiago de Cuba, pero según ella, ésa no era su verdadero final… Sus palabras antes de llegar fueron:
—Sí, veo en mi vida y así me lo indica el Señor, un viaje largo… muy largo… a un lugar muy santo.
—Irma, no querrás decir que…
—Sí, después voy a Jerusalén…
Después de esto poco más se supo de su vida. Se perdió su rastro hasta convertirse en leyenda. Algunos cuentan que su gran objetivo era encontrar algún joven acaudalado en su recorrido que se interesase por ella y al parecer así sucedió según cuentan los que la siguieron hasta la meta de su empeño.