Curiosidades del pasado con un presente incierto.
La herencia millonaria que busca herederos en Cuba.
La noticia bajó por el árbol genealógico de la familia y, con la fuerza de dos siglos y muchos millones de dólares, Olga le repetía a sus hijas: «¡Que no os quiten la z del apellido!». Nieves Cabrera de la Maza es una de ellas y tiene ahora 66años y un apellido bañado en oro, como esas viejas reliquias que no se pueden tocar. De confirmarse que desciende de Fernando de la Maza Arredondo, tendría derecho a cobrar la inmensa herencia que recoge el testamento de este escudero de Fernando VII, quien pagó en tierras por su labor colonizadora en Florida.
«Desde que soy chiquitita yo oigo sobre la herencia, y nos hemos divertido mucho», dice Nieves en el barrio habanero de Regla, en Cuba, «porque todos somos muy pobres, pero millonarios». Fernando de la Maza Arredondo, un noble montañés, se fue a América a finales del siglo XVIII, aunque llegó por primera vez a Cuba en 1813 después de su labor en Florida.
La familia ha estado escarbando en registros, en la historia y en las leyendas para demostrar que ellos son los legítimos herederos de una herencia de cerca de 300.000 acres de tierra en el estado de Florida. «Tenemos una hoja, que tiene brillo de los años, que habla de 273.000 millones de dólares, en di-ne-ro», subraya, aunque el brío cubano le hace mezclar dólares y acres, «además de tierras, un pozo de petróleo en Suecia y almacenes textiles en España. Todo eso le pertenece a los De la Maza».
–¿Y a usted le podría llegar el dinero?
–Si se pudieran hacer los papeles… Los documentos de la herencia están en Inglaterra y el abogado me explicó que es muy caro, y Cuba no tiene fondos financieros para reclamar. Es imposible que Inglaterra nos mande los documentos: dicen que cuando ha ido gente a averiguar, los han matado. Yo no sé si lo dicen para atemorizar a la gente.
–¿Por qué lo sabe usted?
–¡Porque me lo contaba mi mamá!
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El 3 de enero de 1958, el diario ABC publicó una noticia en la que se anunciaba que un abogado de Miami comenzaba un litigio contra el estado de Florida para recuperar 120.000 hectáreas de tierra. «Una herencia de 100 millones de dólares con documentos en el Archivo de Indias», titulaba el periódico, que hablaba de una fianza hipotecaria de Fernando de la Maza y Arredondo de 1808.
En ella se describía una de las fincas en disputa que recogía el legajo 392 de la audiencia de Cuba, del Archivo de Indias, «una plantación titulada Punta Negra, situada al otro lado del río de San Juan, cuyo terreno es comprehensivo de quatro caballerizas y diez y siete acres, cuya plantación, con todas sus fábricas, arboledas y demás pertenencias me corresponden».
Aquella demanda liderada por un abogado representaba a casi 200 descendientes que buscaban algún pellizco de 100 millones de dólares de entonces. Nieves Cabrera de la Maza, con esa sorna cubana, dice que la herencia es la más grande del mundo «después de la de los Rockefeller», aunque hoy sigue encasquillada mientras ella, cada dos por tres, reivindica la z de su apellido. «Nosotros sabemos que somos lo herederos, pero no tenemos armas para defendernos. Y lo sé porque mi abuelo lo contaba y no era analfabeto. Eso está escrito en la historia».
En Cuba son muchas las personas que afirman descender de la rama De la Maza, pero nadie ha completado el vínculo legal para demostrarlo. Nieves lo ha intentado, y la averiguación se ha quedado en su tatarabuelo, así que buscan el eslabón entre este y el escudero del rey a quien la corona pagó con tantas tierras. La familia de Nieves ha conseguido la fe de bautismo de Julio de la Maza, que nació en Guane, Cuba, en 1888, por lo que sería el primer familiar nacido en Cuba (tío de su madre).
En la fe de bautismo, expedido por una parroquia de Pinar del Río, leemos que su padre se llama José y su abuelo Pelayo. El segundo podría ser la unión con don Fernando de la Maza Arredondo; el primero, José –comprobamos en la fe de bautismo– había nacido en… ¡Arredondo! (Cantabria).
Todo encajaría si, como aparece en el tratado de la venta de las dos Floridas de 1819, «los títulos de propiedad de las fincas no prescriben para los descendientes de los últimos propietarios españoles»; algo que la Corte Suprema de Estados Unidos, en 1832, reconoció: de 300.000 acres valorados en 100 millones de dólares.
Fernando de la Maza Arredondo tuvo dos hijos, uno de los cuales, según un antiquísimo y borroso artículo de Carlos M. Castañeda, murió envenenado por los indios seminolas de Florida. A partir de aquí hay confusión y se mezcla la realidad con las leyendas que han circulado en el país. Nieves afirma que su hermano ha visto el testamento, que está en un banco de Miami:
«El testamento dice que, para tener derecho a esa herencia, hay que ser ciudadanos cubanos y residentes en Cuba. El dinero está en Florida, eso es intocable». Ellos, a falta del eslabón perdido, cumplen con esos requisitos. «Tú sabes cuantas cosas se podrían hacer con esa herencia», dice Nieves, sonriente, «a mí como si se cogen un poco de dinero; solo quiero un poco de bienestar y más na’».
–¿Cuánto?
–Una vida un poco más desahogada, yo no tengo ambiciones; aunque una cosa es que tengamos derecho a la herencia y otra, que la vayamos a cobrar. Yo creo que ni mis bisnietos la van a cobrar.
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En la ciudad de San Agustín, en Florida, está la plaza de la Constitución en la que, inscrito en la base de un obelisco, leemos: «Para eterna memoria el Ayuntamiento Constitucional erigió este Obelisco dirigido por Don Fernando de la Maza Arredondo, el joven Regidor Decano y Don Francisco Robira Procurador Sindico. Año de 1813».
Pocos más son los rastros que dejó Fernando de la Maza Arredondo, aunque Nieves vuelca aquellas leyendas que escuchó en la familia, algunas de ellas mezcladas con los patinazos de la memoria: que Fernando de la Maza era hijo bastardo del rey, que debió de concebirle en algún paseo de lis que el se daba .
Que un abogado cubano comenzó a cobrar la herencia al comprar el apellido de la Maza; que hay muchos intereses en medio; que Cuba tiene derecho a cobrar el 25 por ciento o que, de las personas vinculadas a esta herencia, ninguna desciende de aquel gobernador. Por ejemplo, la bailarina Alicia Alonso.
En 1993, el periodista cubano Roberto de los Reyes envió una carta al Ayuntamiento de Ruesga, en Cantabria, que linda con el municipio de Arredondo.
En la misiva decía descender de Fernando de la Maza Arredondo, que se trasladó a Cuba en 1821, y escribía al alcalde diciendo que «Don Fernando se convirtió en un próspero comerciante y persona influyente en el lugar, y constituyó una familia que junto a él defendió con las armas en la mano este territorio que Estados Unidos pretendía conseguir por la fuerza. Por los servicios prestados a la Corona, entre 1812 y 1817 recibió en gratitud más de 300.000 acres de tierra en Florida». Creía que había unos 300 descendientes en el valle cántabro.
El periodista se refería a una herencia de 3.000 millones de dólares aún no cobrada y que, por el momento, solo alimenta los rumores. Nieves, en una ocasión, tuvo un juicio en La Habana por un litigio con una propiedad. Al leer su nombre, la fiscal le pregunto: «¿De la Maza con z? Ella respondió que sí; entonces, la fiscal le respondió: «¿Y para qué se pelea por una casa en Cuba cuando usted es millonaria?».
Nieves se ríe a carcajadas y espera el día que pueda ver algo de dinero, aunque en algún momento musita: «La herencia se queda, se queda…». El hilo de esperanza –esto es Cuba– sigue inquebrantable y la familia busca llenar el hueco del árbol genealógico entre el último familiar registrado y el bueno de don Fernando. Aunque, como dice Nieves, «todo el mundo se ha ido muriendo con las mismas ganas».