ENRIQUE ARREDONDO Y LA NOCHE DEL PALMACRISTI .
Hurgar, indagar un poco en la vida de este inmenso actor humorista es algo maravilloso, el doblar cualquier esquina de su larga y fructífera vida artística, es encontrar un manojo grande de anécdotas que nos llevan directamente a la risa, hoy les traigo una de esas historias que por lo menos sonreír nos hará.
LA MORCILLA.
Si estuviéramos hablando de técnicas de actuación actual, este nombre del sabroso embutido pudiera perfectamente ser cambiado por el de improvisación, capacidad muy válida en la actuación.
En la época que le tocó al artista , la morcilla y el morcilleo, eran la capacidad que tenía un comediante de salirse del libreto y agregar algo cómico y que el público no esperaba y el efecto era espectacular si la contrafigura le contestaba con otra morcilla mejor, el teatro se venía abajo.
Nos contaba Arredondo que al principio le fue muy difícil, se aprendía el libreto y en el momento de la actuación, casi no podía hablar, no le dejaban decir su parte, todo el mundo soltando morcillas y él pasmado, hasta que aprendió.
DOS ELEMENTOS IMPORTANTES.
Para entender la anécdota tenemos que ponernos en contexto, Francisco Tabernilla era un militar en los años 50 del siglo pasado que en ocaciones aplicaba métodos radicales como el de dar a tomar Palmacristi que era una especie de aceite sacado de una planta, que en cantidades moderadas, era medicinal, pero ingerir una botella, provocaba una flojera estomacal titánica. Las personas popularmente asociaban ambos nombres, Tabernilla y Palmacristi.
LA ANÉCDOTA.
Enrique llegó al teatro Martí temprano como siempre, esa noche tenía una estampa cubana con Candita Quintana y Federico Villoch, esto era pan comido para ellos, un poco de rumba, alguien daría el pie forzado y se soltarían a improvisar y así fue. Quedaron en que Candita empezara y la mulata llena de picardía tomó la iniciativa.
Escogió como tema la necesidad que tenía de un buen chorizo, que estaba loca por uno grande, el gallego y el negrito se brindaron a acompañarla a la carnicería, ellos también querían comprar algo, todo marchaba muy bien con las ocurrencias y los aportes, el gallego a la pregunta de la mulata dijo lo que iba a comprar y cuando ambos se viraron para el negrito a cuestionarlo por su compra, ocurrió una de esas cosas que a más de uno nos ha pasado y que quisiera que la tierra nos tragara en ese momento.
– ¡ Yo ! – dijo el Negrito Arredondo-
Quiero comprar dos libras de Tabernilla!!!
( por ternilla)
Los otros actores quedaron en silencio, se miraban y nadie soltaba una, el publico no se reía, el maestro de música salvó la situación con una rumba pegajosa y los actores salieron como pudieron bailando en tren.
Arredondo recuerda que en la pata del escenario el gallego Villoch lo miró e hizo un suspiro profundo y Candita con aquellos ojazos que hablaban solos negó con la cabeza.
El actor contaba que salió del teatro a las tres de la madrugada, cuando comprobó que en la calle no había nadie, pasó varios días esperando de un momento a otro su botella de Palmacristi.