Un dia como hoy 10 de octubre de 1868, el acaudalado Carlos Manuel de Céspedes liberó a sus esclavos y se alzó en armas contra los españoles en el ingenio La Demajagua, cercano a Manzanillo. Se conoce como Grito de Yara y fue la primera sublevación armada de los cubanos en contra del colonialismo español.
ASÍ LES DIJO:
“Cuando un pueblo llega el extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio”.
“¡Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar la independencia! Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como los demás”.
De esta manera Céspedes se convierte en líder del independentismo, en pugna con las corrientes reformistas y anexionistas que existían en la Cuba del siglo XIX. Ante unas 500 personas, Céspedes leyó el Manifiesto del 10 de Octubre, donde se oponía al “brazo de hierro ensangrentado” que suponía el colonialismo.
De este modo, en el documento se subraya la intención de lograr la independencia total de España y la gradual abolición de la esclavitud, propósito que estaba acordado por varios terratenientes conspiradores por la independencia del Oriente cubano, solo que Céspedes se adelantó a todos ellos, e insistió en que la lucha armada era la única vía de alcanzar la libertad y forjar una nueva nación.
En la madrugada del 10 al 11 partió de La Demajagua el grupo de 120 patriotas de los cuales solo 36 iban armados. Cuando los cubanos entraron al pueblo de Yara, y se dio el grito de ¡Viva Cuba libre!, el enemigo oculto tiroteó a los patriotas. Ante el desastre y los muertos, es que Céspedes pronuncia la famosa frase: “¡aún quedamos doce hombres, basta para hacer la independencia de Cuba! ”
El Grito de Yara incentivó otros alzamientos ocurridos en otras zonas de Oriente, Camagüey y Las Villas. Por primera vez blancos, negros y mestizos, ricos y pobres, compartieron el ideal de la independencia que alentaría una guerra de diez años que nunca consiguió los objetivos iniciales debido a diferencias entre los líderes insurrectos. Después vendrían la llamada Guerra Chiquita (1879-1880) y la Guerra de Independencia (1895-1898), organizada por José Martí.