*La Playa de Marianao nocturna, un pasaje olvidado
La Playa de Marianao a la que aquí se alude es el trozo de vía que se extiende entre las rotondas de las calles 112 y 120 de la Quinta Avenida. Sobre la senda izquierda de esa vía, según se avanza desde el centro de La Habana, abrían sus puertas bares y cabarets de segunda y tercera categoría —Rumba Palace, Pensilvania, La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos, La Choricera,un sitio rústico, con piso de tierra y mesas de madera sin pintar, Panchín…— delante de los cuales se hallaban los "puestos de fritas" que se hicieron imprescindibles para los noctámbulos que asistían a diario a la playa.
Estos "puestos de fritas" vendían pan con bistec, chicharritas, tamales, y otros alimentos entre los que sobresalía la cubanísima frita, lo que terminó por dar nombre a la zona: "Las fritas de la Playa de Marianao",
Desde los años 20 hasta finales de los 50 la Playa de Marianao fue posiblemente el contorno más humilde, pero pintoresco, a donde acudía todo tipo de público, incluyendo grandes personalidades mundiales, siendo un enclave importante sobre todo en lo relativo a la música.
En cierto sentido era un núcleo de cultura popular de La Habana y de bailes que luego recorrieron el mundo ganando el reconocimiento para la música cubana: el son y la rumba .
Esta zona se fue desarrollando con el tiempo,llenándose de bares, balnearios y cabarets y convirtiendo a la Playa en un centro de diversion muy intenso, siendo la "terminal" de las diversiones de los trasnochadores.
Era un ambiente del son y de la rumba, era La Habana pecadora y bulliciosa y que por su atmósfera de delirio, deslumbraron en su momento a estrellas internacionales como: Marlon Brando, Agustín Lara, Errol Flynn, Gary Cooper, María Félix y Pedro Vargas entre otros.
Por sus humildes escenarios pasaron figuras como Benny Moré, Antonio Arcaño, Arsenio Rodríguez, Juana Bacallao, Carlos Embale y Tata Güines…..
No puede dejar de mencionarse la figura más representativas de la zona: "El Chori" -Silvano Shueg Hechevarría- que alcanzó gran popularidad con los timbales.
Algunos relatos lo describen así:
“El excéntrico Chori, de atuendo estrafalario, pañuelo colorado y cruz al cuello, montaba un show escalofriante con música sacada de botellas llenas de agua y sartenes y gritos selváticos (…)
Hoy sabemos que era algo más que un excéntrico: era un percusionista con un sentido nato del ritmo e ingenio musical.
Recuerdo perfectamente ver sobre cualquier superficie en La Habana, ya fuera un pedazo de pared o el borde de la acera, letreros con su nombre que el mismo estampaba con una tiza blanca y una excelente caligrafía.
Chori era un artista que se anunciaba solo. Un genio de la autopromoción.
El Chori nunca grabó ni un disco, ni salió de La Habana, el se aferró a los bares de La Playa como si no hubiera otro lugar en el mundo desde los años 1920 hasta los años 1960, cuando por fin se apagaron los kioskos musicales de La Playa.
Pero El Chori queda como una leyenda, un mito, un gran momento de la vida nocturna habanera que persiste en recordar aquellos personajes que dieron fama a la gran Habana.
