Por. Henry Puente.
Detrás del Hotel Parque Central, y muy cerca del Museo de Bellas Artes, se hallaba esté enigmático lugar que encierra historias fascinantes de célebres visitantes y tragos habaneros, un lugar único que reproduce el encantó y la atmósfera de los años 30 donde muchos preferían escuchar música cubana entre acentos norteamericanos, espacio bohemio, una cita para recordar una pieza de la historia en una ciudad en constante búsqueda y reencuentro. La historia del bar en La Habana proviene desde la segunda década del siglo XX, un gallego asentado en Cuba decide invertir sus ahorros para comprar un lugar que, aunque bastante destruido, tenía una excelente ubicación, el objetivo era abrir un bar que pronto adquirió fama y se hizo muy concurrido, en ese momento corrían los años de la Ley Seca en Estados Unidos y el turismo hacia Cuba se incrementó, tan solo para satisfacer la prohibición impuesta, entonces bastó un nombre singular, Sloppy Joe’s, y el empeño de darles, a todos los que visitaban su negocio, el placer de beber en un populoso rincón de La Habana. Llegó a construir la barra más larga que hasta hoy se conoce en Cuba, construida con pura caoba negra, una resistente, codiciada y excelente madera cubana convertida en 18 metros de mostrador donde se sentaron varias de las personalidades más famosas que arribaron a Cuba. Hemingway en el Sloppy Joe’s fue visita diaria, al mismo tiempo que el novelista norteamericano vivió en el Hotel Ambos Mundos, ese ritual condicionaba sus días habaneros, caminar en las mañanas por la calle Obispo, desandar sus aceras a la caza de cuánto movimiento salía de tienda, café o dulcería, observar a los cubanos y disfrutar del olor a mar, para después durante las tardes, escribir, todo lo que había sido capaz de apresar en el día, lo volcaba en cada anotación y letra escogida, en las tardes, La Bodeguita del Medio para comer, luego el Floridita y terminar bebiendo alcohol dentro del Sloppy Joe’s. La taberna del gallego pronto se hizo familiar para el escritor, quién cada noche encontraba a más de un conocido o compatriota con quien beber y conversar, por allí desfilaron figuras como Frank Sinatra, Ava Gardner, Nat King Cole, Ted Williams, Spencer Tracy, Noël Coward, John Wayne, Clark Gable, Errol Flynn, Alice Faye, César Romero, John Barrymore. La música cubana recreaba el ambiente, pero también las versiones de temas internacionales que despertaban el grato recuerdo de aquellos turistas, que entre trago y trago, pasaba largos ratos en la esquina de las calles Ánimas y Zulueta, en la Habana Vieja, en lugar discreto, sencillo pero fascinante, tan cercano que parecía estar como en casa, de vez en cuándo un sándwich para acompañar y de vuelta al Ambos Mundos para al día siguiente hacer la misma elección. Aunque muchos cubanos exilados lo recuerdan como un lugar pequeño, sin mucho confort y hasta descuidado, quizás por esa dejadez fue nombrado sloppy. Otra versión cuenta que durante el tiempo que su dueño pasó trabajando en restaurantes y cafeterías en los Estados Unidos aprendió a elaborar con destreza alimentos ligeros, especialmente los sándwiches, el Sloppy Joe es un bocadillo sencillo, muy demandado que también pudo haberse hecho popular entre sus ofertas de entonces, lo cierto es que a la larga de lista de cocteles, tragos y bebidas que brindaba, la Ropa Vieja y el sándwich cubano eran los platos fuertes más solicitados. El bar-restaurante, fue rápidamente intervenido por el gobierno revolucionario muy al principio de los años sesenta, no obstante, resulta imposible borrar de la memoria, de aquellos que se vieron retratado en una vieja película, dónde una inmensa barra negra quedó inmortalizada bajo el secreto consumo de tantos habaneros y tantos famosos de paso por La Habana…..