“A llorar a Papá Montero, ¡zumba!, canalla rumbero»😅💃🎼
Reza el estribillo de una popular canción cubana del genial compositor Eliseo Grenet, que fuera popularizada por María Teresa Vera. Al ritmo de Papá Montero han bailado miles de cubanos a través de los años, pero muy pocos conocen el origen de la canción, y mucho menos la historia del personaje que la inspiró.
La historia de Papá Montero es una mezcla de mitos y realidades, pues no está probada la existencia de tan pintoresco personaje, aunque es tan cercana a la del cubano promedio que nadie duda de su existencia.
Cuentan que Papá Montero era un negro de avanzada edad, blanco en canas, que alcanzó la celebridad por ser un rumbero empedernido en Isabela de Sagüa, poblado costero ubicado al norte de la actual provincia de Villa Clara. No había toque de tambor en el que Papá… no estuviera haciendo de las suyas. Incluso se llegó a asegurar que la rumba no se ponía buena si el mítico señor no estaba presente, acompañado de las mulatas que siempre le seguían y deleitando a todos con sus habilidades de bailarín.
Según el folclore cubano, cuando un negro peina canas es porque tiene muchos años. Por tanto, Papá Montero con su blanca cabellera debió ostentar una venerable edad. Sin embargo, se dice que nunca perdió la alegría de vivir. Su nombre llegó a ser un sinónimo de fiesta, música y diversión.
Pero el singular personaje era más que aptitud ante los tambores. Trascendió también por su forma de vestir, muy a la usanza de la época (hablamos de las primeras décadas del siglo XX). Siempre iba ataviado con un sombrero de Jipi Japa y zapatos de dos tonos.
El señor Montero fue tan popular que su muerte fue todo un acontecimiento, y como había pedido muchas veces, se le despidió con la rumba que tanto le hizo bailar en vida. Pero hasta después de muerto el personaje siguió dando de qué hablar. En pleno velorio, su viuda, a quien tanto molestara la vida de festejos y el hato de mulatas a su alrededor, protagonizó una escena que escandalizó a todos y aseguran que dio comienzo al mito de Papá Montero.
Apenas los tambores comenzaron a repicar, la esposa de Papá se acercó al féretro y le gritó al muerto: “Canalla rumbero”. Esta situación fue aprovechada para que los cantantes le siguieran con el coro, improvisado en el momento: “A llorar a Papá Montero, ¡zumba!, canalla rumbero”.
Definitivamente las anécdotas de nuestro protagonista son muestras del folclore popular de la Isla, aunque el mito siguió creciendo con el tiempo, sobre todo porque más allá de la tradición oral, fue inmortalizado en varias obras de renombrados creadores cubanos de la música, el teatro, el cine, la plástica y hasta de la literatura.
La más conocida es, sin dudas, la pieza compuesta por Eliseo Grenet, que en su letra narra toda la historia de Papá Rumbero, y el pegajoso estribillo no es más que el del velorio. La obra de Grenet le ha dado la vuelta al mundo, ha sido interpretada por importantes artistas y ha sido sometida a innumerables versiones. Muy reconocida también por los entendidos es la versión de Antonio María Romeu y María Teresa Vera, a dúo con Rafael Zequeira.
Otro que hizo trascender al popular personaje fue el poeta Nicolás Guillén, en su Velorio de Papá Montero, que fue publicado en 1931 como parte de su poemario Sóngoro cosongo.
En el cine también hace de las suyas el rumbero de Sagüa. El realizador Octavio Cortázar le rindió homenaje en la película de 1997, La última rumba de Papá Montero, mientras que Pineda Barnet hace alusión a él en su largometraje La Bella del Alhambra.
A las tablas subió llevado por el dramaturgo Arquímedes Pous, en una serie de cuatro puestas en escena tituladas Pobre Papá Montero, Los funerales de Papá Montero, La resurrección de Papá Montero y El proceso de Papá Montero.
Por su parte el artista de la plástica Mario Carreño es el autor del óleo Los Funerales de Papá Montero, que data de finales de la década del 40 del siglo pasado.
En la música, otras historias cubanas
La historia de Papá Montero no es la única que se ha hecho famosa a través de la música, también están las de Rita, La Caimana, Marieta, Olga (la de los tamalitos), la de Kike y Marina, y otras muchas.
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