Las frutas “exóticas” en Cuba
Los bateyes o las casas en los campos de Cuba se caracterizaban por estar acompañados por frutales: coco, ciruelas rojas y amarillas, mango, anón, chirimoya, mamey, níspero o zapotilla, anoncillo o mamoncillo, naranja etc.
La mayoría de estas frutas no son exactamente autóctonas de Cuba sino que llegaron de Centro y Suramérica siglos antes terminando “aplatanadas” por la dedicación de la gente del campo y el paladar de la mayoría de los cubanos.
Las frutas de las fruterías, “puestos de frutas” y vendedores ambulantes de las ciudades procedían de esos bateyes y plantaciones de pequeños agricultores que también producían otras como la piña, los melones de agua y de castilla. No existían grandes plantaciones pero no faltaban las frutas en campos y ciudades.
Estaban también en el arte, como en la guaracha de Matamoros “Las frutas del Caney” o en la que decía: “Cuando yo era chiquitico y del mamey y del mango me chupaba la semilla…” o en los cuadros de frutas tan abundantes en los hogares cubanos
Por allá por la segunda mitad de la década de los sesenta las frutas recibieron dos fuertes impactos:
–El primero fue la estatización de las tierras que eliminó la atención y cuidado de aquellas actividades que no eran el tema central de las nuevas granjas, además, la falta de arraigo a la tierra de aquellas personas no propietarias.
–Lo segundo, bosques, arboledas y frutales desaparecieron bajo las esteras de los bulldozers Ritcher, comprados a Francia con níquel, que empezaron el buldoceo en Oriente y llegaron hasta Pinar del Río.
El aparente objetivo de esta acción, aunque pueden haber existido otros tácitos, era la creación de grandes planes agrícolas estilo soviético.
El impacto al bosque nativo, a la flora en general, a la fauna y a los frutales fue directo, al final, todo ardió en las inmensas piras de material del desbroce. A partir de ese momento los familiares nísperos, mameyes, anoncillos, anones, chirimoyas, guanábanas, caimitos, desaparecieron y nunca fueron conocidos por las generaciones posteriores a los años sesenta.
Permanecieron presentes para la población, a veces, las machucadas naranjas y piñas de rechazo, los plátanos de fruta verdes y algunos mangos, las demás, desaparecieron físicamente y se convirtieron en frutas exóticas, que llegan importadas para selectos hoteles de turismo internacional o se ven en páginas promotoras de turismo en Internet.
Como el gusto tiene que ver mucho con conocimiento y costumbre, hace un tiempo le guardé con mucho esmero a una persona nacida en Cuba a inicios de la década de los noventa unos, para mí deliciosos nísperos, y vaya sorpresa, al probarlos la respuesta fue:
–Aaaggghhh puaaa, sabe a boniato– mientras hacía una mueca y corría a echarlo en el cesto de la basura.
Esa persona acababa de probar una fruta “aplatanada” convertida a “exótica”, para su paladar, por obra y gracia de la destrucción producida en su país.