Mama Inés
Mama Inés es un personaje un tanto novelesco, muchos lo relacionan con la Dolores Santa Cruz arrancada de la novela costumbrista «Cecilia Valdés» de Cirilo Villaverde, otros, con la Mamá Dolores de otra novela más reciente, «El Derecho de Nacer» de Félix B. Caignet.
Lo cierto es que Mamá Dolores es un personaje real que proviene de la época de la esclavitud africana.
Mamá Inés es una negrita conga que llegó a Cuba con la esclavitud africana, voluptuosa, de cara linda, rumbera y simpática que desborda bondad y alegría por donde quiera que pasa.
Mamá Inés viste una típica bata cubana larga y blanca llena de vuelos, rematada con una tira bordada y pasacintas rojas. Lleva en la cabeza un pañuelo rojo graciosamente anudado sobre la nuca y en una de sus manos enarbola un aromático tabaco habano.
Entre giros y giros de sus bailes se detiene de vez en cuando para echar al aire densas bocanadas de humo con las que dice «espanta los malos espíritus».
Sólo interrumpe su sandunguero ritual para saborear, entre buchito y buchito, el deleitoso aroma del negro café cubano acabado de colar.
Después del café cubano acabado de colar, marcando el paso al ritmo del montuno de la composición de Emilio Grenet, hermano de Eliseo Grenet, según datos del Dr. Cristóbal Díaz Ayala, autor del libro del Areíto a la Nueva Trova.
«Ay Mamá Inés, ay Mamá Inés, todos los negros tomamos café».
Mamá Inés vive con su hija Belén en el barrio de Jesús María, una antigua y humilde sección conocida de La Habana Vieja.
Mamá Inés no pierde de vista ni un minuto a su bella hija Belén, y en otra parte de la misma pieza musical Moisés Simons lo expresa así:
«Belén, Belén, Belén a dónde etaba metía,
que en tó Jesú María yo te buqué y no te encontré».
Yo etaba en casa e Madrina
Que ayer me mandó a buscá.
Los niños cubanos de todas las épocas, sin conocer a Mamá Inés, por tradición popular, han incorporado a su inocente juego de cachumbambé esta estrofa:
«Cachumbambé, la vieja Inés que fuma tabaco y toma café».
Y como para que no se borre de la memoria que los que vienen detrás, los que nunca tuvieron la oportunidad de disfrutar de los preciosos carnavales de la Cuba republicana, le recordamos que por las calles de La Habana siempre aparecía alguien que disfrazado de Mamá Inés marcaba con pasitos de conga el final del desfile de carrozas y comparsas, mientras un carro de charangueros con cornetas y timbales, tambores y maracas la acompañaba para arrollar al compás de su pegajoso estribillo melódico:
«Ay Mamá Inés, ay Mamá Inés, todos los negros tomamos café».