**Plazas de toros en La Habana.**
La corrida de toros, es posiblemente el espectáculo más popular en España que, como metrópoli al fin, la exportó a muchas de sus colonias. En Cuba también se llevaron a cabo estas “fiestas bravas” desde el año 1514 hasta el 1899 en que fueron abolidas, durante la intervención norteamericana en ese año.
Unos aseguran que fue en Santiago de Cuba la primera vez que se produjo una corrida de toros en 1515 o en 1538, con motivo de la llegada de Hernando de Soto, Gobernador de la Isla y Adelantado de la Florida. Otros, que fue en La Habana, el 11 de abril de 1569, en honor de San Cristóbal. Lo realmente documentado es que no hubo una plaza de toros en La Habana hasta septiembre de 1791, cuando se instaló la de Monte esquina a Arsenal, en un sitio después llamado el Basurero, construida por José Bórques.
La segunda plaza de toros se edificó en 1796, en el sitio en que hoy se cruzan las calles Monte y Egido. A esta le siguió, en 1818, la tercera plaza de toros, ubicada al fondo de la posada de Cabrera, esquina a la calle Águila, y otra más, la cuarta, se situó en 1825 en el Campo de Marte (actual Parque de la Fraternidad) frente al frecuentado café de Marte y Belona.
Muy concurrido fue el quinto rodeo que, en 1812, construido por Manuel Azpeitia se instaló en la plaza principal de Regla para corridas y novilladas: los habaneros cruzaban la bahía para no perderse el espectáculo. En 1844 hubo un torero cubano, Betancourt, “El Habanero”, pero sus hazañas no pasaron de los ruedos de La Habana y Regla.
Hubo otra plaza, la sexta, a partir de 1853, en la calle Belascoaín, conocida también como Plaza de Toros de La Habana, frente a la edificación que ocupaba la Casa de Beneficencia, espacio donde hoy se erige el hospital Hermanos Ameijeiras, hecha de mampostería.
Una última plaza (la séptima) se situó en la esquina de Carlos III e Infanta en 1886, y al año siguiente las gradas de este ruedo se desbordaban para presenciar la actuación del célebre Luis Mazzantini. En Cuba existe una frase acuñada a partir de esa época que afirma: “Eso no lo hace ni Mazzantini el torero”, aludiendo a la valentía de este hombre cuando se enfrentaba al embravecido animal en cualquier plaza.
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