En Los Palos, importante poblado de la localidad neopacina, existió una colonia china bastante numerosa. Según algunos descendientes, los asiáticos llegaron allí a principios del pasado siglo y debieron trabajar prácticamente como esclavos para sobrevivir y luego mejorar su economía. Tanto fue así que hubopropietarios de 11 bodegas, una lavandería, una dulcería y una fonda, esta última de Cándido, El Chino.
De él José López Martínez, historiador del municipio y natural de esa comarca limítrofe con Matanzas, recuerda las anécdotas narradas por su padre en la niñez. “Me contó que Cándido hacía una especie de butifarras deliciosas, con el intestino delgado del cerdo. También narró algo muy simpático que ocurrió un día. Como el chinito gritaba la orden cada vez que alguien pedía el plato, el médico Viamonte, sabiendo eso, lo llamó y dijo al oído: Cándido, yo quiero una ración de mondongo, pero bajito. Y entonces este se viró para la cocina y pidió… ¡Plato le mondongo bajito pal doctol Viamonte!
En los apuntes del entusiasta historiador figura que en la dulcería de Francisco vendían cremitas de leche y exquisitas golosinas con la calabaza china. En cuanto a las bodegas, entre los propietarios figuraron Avelino Phain, José Lam y Joaquín Yi. Se sabe también que varios chinos eran vendedores ambulantes, entre ellos Marcelo Lam y Sergio.
“Mi padre y yo–cuenta Pepe- teníamos muy buena amistad con ellos, como todos los paleros, porque eran tranquilos y trabajadores. Ninguno tuvo problemas con la justica, ni con nadie en particular. Incluso se ayudaban entre ellos. Pero existió uno a quien no le llegó nunca ese apoyo. Le pregunté a un chino amigo mío el por qué y me respondió que seguramente nadie lo quería cerca por su mala conducta social”.
Cuando concluyó la II Guerra Mundial, en 1945, la colonia china en Los Palos hizo una gran fiesta. Ese día soltaron dos globos bastante grandes inflados con aire caliente, que se perdieron a lo lejos en dirección noreste o sea, diagonalmente a la Calle Real. La realizaron en el parque de la parroquia, donde había ocho bancos donados por esa institución asiática, todos arrancados para una remodelación, pero fueron a parar a otras partes. Se dice que seis de ellos los pusieron en La Finca de Los Monos, en La Habana y, al menos uno, lo vieron en la ciudad de Nueva Paz.
Así eran los integrantes de aquella colonia, de la cual no queda ninguno nacido en Cantón u otro lugar de China, pero quedó para siempre su conducta intachable.