La novia de Mala Noche, una desgarradora historia de amor cubana.
Una de las historias de amor más bellas y a la vez ignorada entre las que se cuentan en Cuba es la del idílico romance del general del Ejército Libertador cubano, Enrique Loynaz del Castillo y Consuelo Álvarez Valdés, una mujer que amó apasionadamente y que fue conocida como “la novia de Mala Noche”.
Era Mala Noche una prefectura en medio de las montañas de Oriente, donde los cubanos llevaban a curar a sus heridos, reparaban armas y cultivaban alimentos para las tropas mambisas. Allí vivía Consuelo, en compañía de su madre y de su tío, quien era el prefecto del lugar; y allí la conoció el joven Loynaz del Castillo cuando hizo campamento en lugar su jefe, el mayor general Antonio Maceo.
Aunque nunca había salido de la zona rural donde nació, su madre, que era una mujer muy culta la había educado con esmero y la muchacha unía a su gracia natural un aguzado ingenio. Entre los dos jóvenes saltaron chispas y llegado el momento del adiós, Loynaz le prometió que, una vez que terminara la guerra regresaría a buscarla para casarse.
Durante todo el tiempo que duró la Guerra de Independencia de Cuba no volvieron a verse; pero se escribieron casi a diario y Loynaz la mencionó más de una vez en su diario de campaña. Su sueño era poder regresar a Mala Noche en cuanto terminara la guerra; pero no volvió.
Consuelo era esbelta, bella, de ojos negros; una típica belleza campesina
Al menos, no inmediatamente. Regresó al campamento de Mala Noche en 1902, tres años después de finalizada la contienda. Cabalgó por el lomerío para poder abrazar a su amada hasta que la encontró como maestra de una escuelita que había levantado con tablas de palma y guano.
Cuando vio a Loynaz del Castillo en el umbral ordenó a los niños que salieran, pero ellos observaron por las rendijas de las tablas el anhelado reencuentro.
El general mambí le dijo que había regresado a buscarla para cumplir la promesa de casarse. Ella lo miró con el rostro muy serio y le respondió: “Usted incumplió su palabra. No vino al terminar la guerra como lo prometió. Han sido tres años de espera. Durante ese tiempo ha cambiado mi manera de pensar, mientras esté viva mi madre no me casaré”.
Loynaz quedó desolado, la miró con tristeza, chocó los tacones como cuando recibía una orden de su jefe, dio media vuelta y salió en busca de su caballo.
Consuelo no se casó nunca y Loynaz no volvió a buscarla. Con el paso de los años, ya mayor, la “novia de Mala Noche” se estableció en Matanzas, donde impartió clases en la Escuela Normal.
Al morir su madre quedó completamente sola y poco después murió. No se sabe cómo el general Loynaz conoció de su muerte; pero mando a que sus restos y los de su madre fueran exhumados y trasladados al bello panteón de la familia Loynaz.
La novia de Mala Noche no deseó compartir la vida con él, pero al menos lo acompañaría después de su muerte por toda le eternidad.
Fuente: todocubaorg.com