Humberto López el esbirro mediático de Castro II superó al de Fulgencio Batista: Otto Meruelo
Por Roberto Álvarez Quiñones
¿A cuántos cubanos hoy en la Isla les dice algo el nombre de Otto Meruelo? A muy pocos. Casi nadie sabe que él fue para la dictadura de Fulgencio Batista lo que es hoy Humberto López para la dictadura de Raúl Castro.
Y peor aún, este de 2021 hace más daño. Aquel de 63 años atrás servía a una dictadura convencional muy represiva, pero el país prosperaba con una economía de mercado que se desarrollaba a ritmo vertiginoso, al punto de que los cubanos tenían el tercer mayor ingreso per cápita de América Latina. Las estadísticas muestran que entre 1948 y 1958 Cuba experimentó la mayor expansión económica de su historia republicana, incluidos en ese periodo los siete años del batistato.
Humberto López, en cambio, sirve a una tiranía totalitaria comunista con rasgos claramente fascistas, que no solo mata, tortura y encarcela, sino que hace pasar hambre al pueblo, lo ha empobrecido a niveles del África subsahariana y ha convertido la Isla en el Gulag del Caribe. Prácticamente ha acabado con Cuba.
Condenado a prisión por difamar e incitar al crimen
Para mostrar su catadura moral, de Meruelo dice Ecured, el sitio web oficial del castrismo: «nunca necesitó estudiar ni obtener título de periodista: sin ser colegiado, Meruelo tuvo un programa de televisión durante varios años, denominado Por Cuba, desde el cual de manera sistemática defendía al Gobierno de Fulgencio Batista y difamaba, calumniaba (…) Con el triunfo de la Revolución fue condenado a 30 años de privación de libertad por los delitos de calumnia, delación, (…) incitación al crimen».
Y el periódico Juventud Rebelde agregó (17 de agosto, 2017): «el perro ladrador de la TV cubana que durante años desde su programa Por Cuba, que salía al aire por CMQ todos los mediodías después del Noticiero, agotó el improperio, saqueó el epíteto y manchó la palabra poblando de insultos y diatribas la conciencia oposicionista del pueblo de Cuba (…) cumplió el deleznable papel de vocero televisivo de la dictadura».
En el juicio en el que Meruelo fue condenado, en abril de 1959 (cumplió 20 años y emigró a EEUU, donde murió en 2011, en Nueva York, a los 92 años), según Juventud Rebelde el acusado dijo: «Nunca utilicé la televisión para atizar odios entre hermanos ni incitar al crimen (…) mis comparecencias en la televisión y mis escritos tenían siempre marcada tendencia político-electoral, porque el Gobierno se oponía al hecho insurreccional y trataba de abrir caminos y soluciones de paz».
Agregó que desconocía las torturas y los crímenes de Esteban Ventura y otros sicarios, y que llamaba «muerde y huye» a los rebeldes porque la táctica militar de la guerrilla «era atacar y desaparecer». En los días del juicio contra Meruelos la revista Bohemia señaló: «Frente al tribunal, con el rumor indignado del público a la espalda, está de pie, ahora tembloroso y vencido, el sujeto que tantas veces, a lo largo del martirologio revolucionario, fue la estampa televisiva del vejamen batistiano».
Puede que algún día esté tan tembloroso y vencido como Meruelo
Cada vez es más probable que Humberto López se vea tan «tembloroso y vencido» como su antecesor batistiano, y balbucee ante un tribunal poscastrista las mismas excusas de Otto Meruelo.
Este esbirro de cuello blanco es más que un perro ladrador. Por algo está registrado como «represor violento cubano» por la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FDHC). López tiene ya un expediente para ir anotando sus atropellos. Ese expediente será fundamental en un futuro juicio contra López.
El espacio televisivo de Otto Meruelo se llamaba Por Cuba y el de Humberto López Hacemos Cuba. Y no es pura coincidencia. El subconsciente hace meter la pata a muchos. La semejanza de ambos nombres obedece a la ancestral táctica de aparentar lo que no se es, presumir de lo que se carece: un verdadero amor por Cuba. Recordemos el ladrón que grita «al ladrón».
Su programa de televisión debiera llamarse Deshacemos Cuba. Humberto López difama, insulta, incita abiertamente a la violencia y el crimen, asesina la reputación de quien osa decir la verdad de lo que pasa en Cuba. Insiste con vehemencia en castigar severamente a los opositores y periodistas independientes.
Pide la muerte de artistas que piden libertad de expresión
El colmo es que pide públicamente que sean ejecutados. Recientemente López exhortó en su programa a que los miembros del Movimiento San Isidro (MSI) y del 27N sean juzgados por «traición a la patria», algo que la Constitución considera el «peor de los crímenes» en Cuba, que puede ser castigado con la muerte por fusilamiento. Y de la huelga de hambre del patriota Luis Manuel Otero Alcántara, este sicario mediático dijo: «¿Qué nos importa si se muere?».
Otto Meruelo instigaba al Ejército batistiano a exterminar a los rebeldes que estaban armados en las montañas, e insultaba y amenazaba a los activistas revolucionarios que luchaban contra la dictadura en las ciudades, lucha que, por cierto, incluía atentados, sabotajes y explosiones de bombas en grandes tiendas, fábricas, termoeléctricas, teatros, cabarets y plazas públicas.
Humberto López va más lejos, pide paredón para artistas y activistas pacíficos que solo pide el respeto a la libertad de expresión, el cese de la censura y el hostigamiento a representantes del arte y personas con pensamiento diferente en Cuba
Para él, Luis Manuel Otero Alcántara, Tania Bruguera, Maykel Castillo Osorbo, Anamely Ramos, Omara Ruiz Urquiola, Osmel Adrián Rubio Santos y tantos otros artistas, intelectuales, cineastas, realizadores, activistas y periodistas independientes del Grupo N27 deben ser fusilados como los ocho estudiantes de Medicina en 1871.
Comité Central y carro nuevo
El vocero de Batista disfrutaba de privilegios a cambio de sus servicios como alabardero del régimen y le confirieron el grado de capitán, que le abría las puertas en todas partes. Tomaba champán con el asesino mayor, Esteban Ventura, y celebraba en TV el «patriotismo» de este y los jefes policiales y militares que mataban y torturaban activistas antibatistianos.
Humberto López tampoco es periodista y, sin embargo, el régimen le dio un programa televisivo «periodístico» en horario estelar para mentir, lanzar amenazas, e instigar al crimen.
Por sus servicios como traidor a su pueblo la dictadura lo catapultó al Comité Central del Partido Comunista (PCC), constitucionalmente el máximo poder político del país, y le regaló un automóvil nuevo de paquete. También el esbirro Humberto reside en el reparto Miramar, una barriada exclusiva reservada en gran parte para funcionarios del régimen. Eso es mucho más que ser un capitán honorario del Ejército.
Pero sobre todo, como miembro del Comité Central, ya López no es un ciudadano cualquiera, no es parte de la plebe. Forma parte del patriciado de la clase alta, tan privilegiada, que sus integrantes no necesitan la libreta de abastecimiento. Varias camionetas muy bien enmascaradas les llevan cada día a sus casas a la inmensa mayoría de ellos el almuerzo y la cena, abundantes y suculentos, con su postre variado. Y balanceado en cuanto a nutrientes proteicos, energéticos, vitamínicos, minerales. Todo preparado por chefs de alto nivel culinario.
De la «moralidad» de Humberto López vale añadir otro dato personal. Su propia tía María Caridad López denunció hace poco que al morir su padre, el hermano de ella y su sobrino Humberto se apropiaron de «todo lo que había en esa casa, ni siquiera dejándome la batidora para poder molerle la comida a mi hijo que no puede masticar por su discapacidad».
El odio que destila en televisión Humberto López contra el pueblo va a tener consecuencias. Ya la fachada de su casa en la ciudad de Colón, Matanzas, amaneció manchada de chapapote. Debe de ir tomando nota este esbirro televisivo, una verdadera vergüenza para la historia de la nación cubana.