La visita de Marlon Brando a La Habana en febrero de 1956 se convirtió en una verdadera leyenda en el mundo de la farándula. Es muy curioso el conocimiento que el actor estadounidense tenía de la gran ciudad y sus atractivos turísticos. Los motivos quizás haya que buscarlo en varios aspectos. Desde 1952 era asiduo concurrente a las noches latinas del Salón Palladium, donde recibía clases de baile cubano y disfrutaba las presentaciones de los cubanos Mario Bauzá, Machito y los Afrocubanos.
El actor se inscribió en los cursos de Catherine Dunham, bailarina negra que enseñaba”, enseñaba la conga, la rumba, el chachachá, el mambo y danzas “primitivas procedente de los cabaretuchos de la Playa de Marianao.
Además de todo esto, se había publicado en el periódico The New York Times una crónica de Drew Pearson quien había redactado que “quien visite La Habana y no llegue hasta la Playa de Marianao a ver al Chori, no ha ido verdaderamente a La Habana”.
El estudiante de Actor’s Studio descubrió los tambores en los antros latinos de Manhattan.»Todos los miércoles por la noche había un concurso de mambo en el Palladium y yo lo esperaba ansiosamente durante toda la semana. Allí tocaban Tito Puente, Willie Bobo, Tito Rodríguez, Machito y las mejores orquestas afrocubanas. Después de ir al Palladium abandoné la batería y me compré unos tambores de conga. No podía quedarme quieto al oír sus extraordinarias y complicadas síncopas. Yo me sentía hipnotizado con todo aquello, aunque cada vez que tenía la posibilidad de elegir entre tocar los tambores o bailar, prefería tocar.»