Pedro Infante. Me siento cubano de corazón. Aun después de la muerte, el cantante y actor Pedro Infante ha conservado su popularidad y se le sigue considerando uno de los ídolos de la época de oro del cine mexicano. Pedro Infante murió a los 39 años, al estrellarse el avión en que viajaba como copiloto.
La muerte vino a troncharlo todo, hasta aquel sincero comentario que expresara a un periodista: «En ninguna parte puede haber más generosidad, más entusiasmo que en Cuba. Di que estoy dispuesto a ir siempre que me llamen y que si soy mexicano por los cuatro costados, me siento cubano de corazón».
El artista del momento
Propongo situarnos en septiembre de 1952, que pudiéramos llamar «el mes de Pedro Infante», al menos entre los cubanos, porque cuanto hizo y dijo en La Habana el actor visitante devino tema de conversaciones en la calle y el ómnibus, la barbería y la oficina.
La revista Bohemia lo presentó a los lectores de su sección Tele-Radiolandia, a media página, con sombrero y bigote, en fotografía para las admiradoras.
El Circuito CMQ de radio y televisión lo contrató con carácter exclusivo, en tanto «con éxito sin precedentes se presentó diariamente en el show de Radiocentro», acompañado en el escenario por el Mariachi Vargas y la Orquesta del maestro Adolfo Guzmán.
Gente de la Semana, revista gráfica de actualidad nacional, con muchos chismes y demás ingredientes publicitarios, dedicó al actor y cantante la portada de su edición del 21 de septiembre. La reportera a cargo de la entrevista sacó a Pedro Infante literalmente de la cama.
El charro, medio en broma y medio en serio, le respondió así: «- ¿Mi revólver? Sí, me lo traje, pero es el de las películas, no se asusten. Cuando dispara es con fulminante; yo soy pacífico y tan suave como las cubanas deseen».
Con su humor característico continuó afirmando que la principal razón de su gusto por La Habana no podía ser otra que «la belleza ondulante de las habaneras».
En todo momento en el papel de galán, proyectó la imagen exacta que la publicidad esperaba de él. Pedro Infante fue portador de una alegría contagiosa y se convirtió en un favorito de la tele y radioaudiencia cubana en su inimitable interpretación de la canción ranchera mexicana.
El cantor tuvo en Cuba lo que podemos llamar un contrato apretado, en el cual se incluyeron actuaciones radiales, televisivas, teatrales y de cabaret. Su despedida se celebró por todo lo alto: con fiesta y aceitunas. Sonrisas y promesas de un pronto retorno.