Plaza de Cuatro Caminos o Mercado ûnico, y donde se hacían compras a precios más bajos de cosas que se consumían en grandes cantidades o que allí se podían encontrar más frescas, como era el caso de los quesos, las mortadellas o jamonadas, frutas y vegetales y sobre todo los productos del mar. Era costumbre nuestra comprar usualmente allí camarones, serrucho en ruedas, cherna y en temporada de la corrida del pargo, ese pez y la rabirrubia.
Era una hemorragia de olores de todo tipo y un banquete visual al ver tantos productos que realmente era una expedición que los muchachos anhelábamos porque llegara el día dedicado a las compras en la Plaza para disfrutarlo. Aquello era una profusión interminable de cosas que uno no conocía y quizás lo primero que nos llamaba la atención era ver a los barberos ambulantes que pelaban a los clientes parados, aprovechando los escalones existentes a todo lo largo de la calle justo enfrente al Mercado Único en su lado de Monte. Y eso sin contar las decenas de vendedores ambulantes que ofrecían lo inimaginable.