EL ANDARÍN CARVAJAL, está en el imaginario de los habaneros, que suelen recordarlo, sobre todo los más viejos, con una frase: 'Caminó (o caminé) más que el andarín Carvajal'. Incluso, ya anciano recorría kilómetros y kilómetros sin dar muestras apenas de cansancio. No podía dejar de hacerlo. Corría y 'pasaba el cepillo'. Los magros ingresos que conseguía de ese modo lo ayudaban a vivir.
Félix Carvajal Soto amaba sincera y desinteresadamente el deporte y pese a carecer de orientación en sus entrenamientos, tenía condiciones excepcionales para las carreras de fondo. De haber nacido en otra época tal vez hubiera sido mucha la gloria que habría dado a Cuba.
Félix de la Caridad Carvajal y Soto, conocido también como Andarín Carvajal fue un famoso atleta cubano, participante en los Juegos Olímpicos de St. Louis 1904 en la prueba de maratón.
Nació en la calle Águila, La Habana, un 18 de Marzo de 1875, y murió también allí, aunque la mayor parte de su vida transcurrió en San Antonio de los Baños. Siempre vivió y murió en la más absoluta pobreza. Durante su vida se hizo famoso por su gran resistencia. Ejercía de cartero ocasional en navidad, festivos y vacaciones, y le gustaba mucho andar.
De niño corría a la par de caballos y quitrines, lo que era su pasatiempo favorito. Creció en San Antonio de los Baños donde subiría las colinas a todo lo que daban sus fuerzas para dejar sin respiro a sus compañeros de juegos.
En todas las contiendas por carreteras y estadios que participaba en toda la Isla vencerá uno tras otro a sus adversarios en la pista, sin importarle el hambre o el cansancio, y los capitalinos de su época le vieron trotar cada día por las calles, haciendo sonar su incansable silbato, de cartero, para llamar la atención.
Al estallar la guerra de Independencia en 1895, se incorpora a las huestes mambisas. Expedicionario, combatiente y, por supuesto, correo en la manigua insurrecta. Esta actitud patriótica sin embargo, no hará que cambie su vida durante la República. Para él no habrá ni siquiera un trabajo fijo. Será barbero, mandadero, cartero, portero del hotel Inglaterra y hasta “hombre emparedado” con cartel al frente y en la espalda, para anunciar farmacias, bodegas y tiendas. Hacía de hombre anuncio y le solían pagar por llevar letreros y carteles en su cuerpo anunciando productos.
Se cuenta que cuando Juan Manuel Castañón, director de El Rápido, un periódico de San Antonio de los Baños, comentó que: “Ese zángano nombrado Carvajal está bueno, no para correr las calles del pueblo, sino para barrerlas”, El Andarín irrumpió en la redacción al siguiente día y sin mediar palabra alguna, golpeó con una fusta de cuero varias veces al agraviante.
Antes de los Juegos Olímpicos de St. Louis, recorría las calles y parques de la ciudad de La Habana con una camiseta en la que pedía dinero para que un atleta cubano pudiera permitirse pagar el billete que le posibilitara ir a competir en la prueba de maratón.
Finalmente consiguió recaudar algo de dinero, pero al llegar a Nueva Orleans, las diversiones, los timadores y las damas pronto le dejaron sin dinero y tuvo que afrontar el resto del viaje a pie, desde Nueva Orleans hasta St. Louis, unas 700 millas aproximadamente, más de 1100 kilómetros. A lo largo del camino le ayudó mucha gente y finalmente pudo llegar a competir.
Ya en St. Louis, una vez en la línea de salida se presentó con una indumentaria poco apropiada para la prueba con manga larga y pantalones largos, además de las botas que utilizaba como cartero. Alguien le corto las mangas y los pantalones y se dio la salida. Cuando iba liderando la carrera, y con un hambre de más de 40 horas sin poder comer, al pasar por un huerto en el camino, cogió tres manzanas, al parecer estaban demasiado verdes, que le produjeron un fuerte dolor de estómago, teniendo que detenerse. Esto hizo que terminara la carrera en cuarto lugar. De haber comido y utilizado una adecuada indumentaria deportiva de seguro hubiera ganado la maratón. La competencia fue ganada por el norteamericano Thomas Hicks quien, a diferencia de nuestro héroe, si contaba con todas las condiciones necesarias, incluido un equipo médico.
Hay un libro, escrito por Bernardo José Mora, que relata de manera novelada todas las peripecias que realizó para llegar a competir en la Olimpiada y durante el desarrollo de la carrera. El libro se titula “Félix Carvajal, corredor de maratón” y en 1990 fue galardonado con el premio de novela deportiva de la revista Don Balón.
Su última carrera fue a finales de la década del 40, antes de un juego en el estadio de pelota del Cerro. “Esto es para demostrar que todavía corro”, respondió a los aplausos del público. Se desconoce el paradero de todos sus trofeos y preseas, que no eran pocos, entre ellos la Medalla de Bronce conquistada en el Primer Maratón del Missouri Athletic Club, realizado en San Luis el 6 de mayo de 1905, y una gran Copa de Plata ganada en una competencia efectuada en España.
Un día, la vaca de un vecino traspuso la cerca del predio de Carvajal y arruinó su sembrado. Intentó el propietario del animal una disculpa, pero el andarín, que tenía muy mal genio, no se la aceptó y llegó incluso a golpearlo. Insistía en personarse con la vaca en el cuartel de la Guardia Rural para que allí exigieran cuentas a su dueño.
En medio de esa discusión se desplomó. ¡Una embolia!, gritaron los vecinos. Eran las siete de la tarde del 27 de enero de 1949. En la Casa de Socorros de Marianao, el médico de guardia, en verdad un estudiante de apellido Cabrera, escribió bajo el número 451 del Registro: 'Félix Carvajal, blanco, cubano, de 82 años de edad… Al examen médico presenta los síntomas reales de la muerte…'.