AÑORANZA POR LOS ABUELOS.
Hoy bien temprano por la mañana, mientras revolvía este majarete que me enseñó a hacer mi abuela Caridad y que hace muchos años ya no está con nosotros, pensé en ella.
En el cómplice silencio de la casa rememoré a aquella mujer de voz pausada, andar lento, que sentada en su antiguo sillón de madera junto a la ventana y con su gato acomodado en sus piernas, mascaba su palito de tabaco.
Todos tuvimos o tenemos ese abuelo preferido que dejó una huella, que nos consintió y que a pesar de los años está ahí, en ese recuerdo que se irá con nosotros o nos encargaremos de contar para que otros en la familia sepan de dónde venimos y a donde vamos, tenemos el deber si queremos salvar nuestro patrimonio familiar de hablarle a los más jóvenes de nuestros queridos viejos, aunque vivamos en el fin del mundo.
Mi abuela venía a mi casa ya poco, estaba mayor, pero cuando lo hacía era una fiesta, soy hijo del maíz, y todo lo que tenga que ver con él me gusta, es nuestra americanidad, ver el ritual lento, casi una experiencia religiosa, de sus ademanes a la hora de preparalo todo, el revolver incansablemente los ingredientes que de mirarlo fijamente me provocaba escalofríos en la espalda y rociar la canela como punto final, era algo irrepetible y era yo como ese público que no se cansaba de escuchar a su artista, podía tener ganas de jugar, pero no le faltaba ni una sola vez a su concierto culinario.
Por eso hoy quise recorbar a Caridad, mi abuela materna y espero que secretamente haya guiado mis instintos, mis sentidos y mis manos y este majarete sea digno de su recuerdo, ya les diré.
Si quieren y lo desean dejen aquí un pequeños homenaje a esa abuela o abuelo que los marcó, si quieren.
Buen fin de semana a todos.