Aromas de cafetales….Angerona.
Aunque de Angerona solo sobreviven sus ruinas, esta finca cafetalera llegó a ser en la primera mitad del siglo XIX la más importante del occidente cubano y la segunda de la isla. Propiedad de Cornelio Souchay, alemán llegado a Cuba a principios de ese siglo.
En 1815 comienza a trabajar con Cornelio, Úrsula Lambert, morena haitiana nacida libre que arribó a la isla junto a sus padres huyendo de la revolución en Haiti, y en 1922 llega a la finca donde junto a su dueño comparten intereses económicos, financieros y organizativos.
De total confianza, con su trabajo realizó grandes aportes a la estructura organizativa del cafetal que se diferenciaba de los del resto de la isla.
El conjunto arquitectónico contaba con más de 25 instalaciones y objetos de obra; la casona, locales para molinos de café, maíz y ladrillos, caballeriza, enfermería, casas para operarios y mayoral, la herrería y el poblado de los esclavos.
El poblado tenía una plaza alrededor de la cual se ubicaban las chozas de los esclavos, las duchas y los sanitarios, el torreón, la cocina, todos ellos resguardados por una cerca de piedras con una sola puerta.
La casa señorial ubicada sobre una colina, construida al estilo neoclásico, poseía una galería con arcadas y amplios ventales buscando la adaptación al clima.
A la entrada de la finca se ubicó la imagen de la diosa romana Angerona esculpida en mármol de carrara, la que en la actualidad se conserva en el museo de Artemisa.
De la belleza y esplendor de Angerona quedan los testimonios de escritores, fotógrafos y pintores de la época que disfrutaron la hospitalidad de su dueño.
Cornelio murió en la Habana en 1837 y fue enterrado en el cementerio del cafetal, sobre la leyenda de su intenso amor con Úrsula no existe fundamento histórico, la fantasía popular que la envuelve fue recreada en el filme Cubano Roble de olor, protagonizado por el actor cubano Jorge Perugorria.