Autocines en La Habana.
El autocine era un cine al aire libre para espectadores en automóvil. Tres hubo en La Habana: el de la Calzada de Vento, el de la Autopista del Mediodía y el de la playa de Tarará.
Nacidos en Estados Unidos, en 1933, demoraron más de 20 años en llegar a Cuba, en particular a su capital. El auge del automóvil en los años 50 favoreció que se pusiera de moda un nuevo tipo de espectáculo al aire libre: ver películas desde los flamantes autos, concentrados en grandes espacios concebidos para ese fin, alejados de los centros urbanos.
El primero de los autocines habaneros fue el de Vento. Se inauguró el 10 de octubre de 1955. Se encontraba a mano derecha de la Calzada según se avanzaba desde calle 100, que no se llamaba así entonces, hacia Santa Catalina, más próximo a la primera de esas vías que a la segunda.
El autocine de vento tenía capacidad para 800 plazas. Le siguieron el auto- cine de novia del mediodía y el de la marina tarará, ambos en 1958. Eran más pequeños. Admitían unos 500 vehículos cada uno, pero, estaban mejor diseñados que el primero, a la altura de los modelos norteamericanos.
Su arquitectura era muy simple. Se restringía al pórtico de la entrada, construido de hormigón y donde se colocaba el programa del día. En sus diseños primó el estudio de los elementos funcionales relacionados con la movilidad y el estacionamiento de vehículos, y el análisis de su interrelación urbana con las vías de conexión con la ciudad, puntualizan las autoras citadas.
Vento ofrecía funciones desde las siete de la tarde, y cobraba 50 centavos por espectador. En otros autocines la entrada era de 60 centavos para los adultos y de 40 para los menores.
El autocine de Novia del Mediodía, situado en la Avenida 51 y Plaza del Mediodía, se estableció, como era propio de esta modalidad en una zona periférica que enlazaba fácil con la ciudad gracias a la Carretera Central y a la Autopista del Mediodía, recién inaugurada entonces.
Situado al suroeste de la capital, en un terreno irregular de algo más de 52 metros cuadrados, a menos de 11 metros de una gasolinera, tenía, en once líneas de aparcamiento, capacidad para 454 automóviles, cifra que en 1960 se elevó a 550 vehículos. La pantalla era de 36,58 por 18,29 metros, y por su elevación, a seis metros sobre el nivel del terreno, aseguraba que el filme que se proyectaba pudiese ser visto con comodidad desde todas las plazas.
Una instalación como esa exigía un estudio cuidadoso de las circulaciones viales de acceso y salida, y debía dotarse de una infraestructura técnica sofisticada. En los autocines cada vehículo debía aparcar junto a un poste para la recepción del sonido y el aire acondicionado que se recibía gracias a instalaciones soterradas. El aire frío ascendía por una manguera que se fijaba al auto por la ventanilla, lo que le eliminaba las molestias de los insectos y hacía más agradable la noche.
No se tiene información sobre el autocine de Tarará. Del de Vento no queda ni memoria. El de Novia del Mediodía funcionó hasta 1970, dicen unos, o hasta 1990, dicen otros. Fue demolido, pese al clamor público de que se conservara. De él solo quedan los accesos de entrada y salida.