Bartolomé Masó, la historia olvidada del general mambí que salvó la guerra.
Cuando el 24 de febrero de 1895 el mayor general Bartolomé Masó se alzó en armas por la independencia de Cuba en su finca de Bayate, era el último de los hombres de la Demajagua que aún estaba en pie. Muerto Guillermón, presos Carrillo y Sanguily, renuente a alzarse el Camagüey y fuera de Cuba, Gómez y Mceo; los patriotas cubanos se pusieron bajo su mando. Una tras otra despachó de su campamento a las embajadas autonomistas que le proponían la paz. Con su actitud intransigente salvó Masó la Guerra del 95, porque impidió que muriera antes de que cobrara fuerzas.
Máximo Gómez lo nombró jefe del Segundo Cuerpo de Ejército que agrupaba a las tropas de Bayamo, Manzanillo, Holguín y Jiguaní; lo que le acarreó serias contradicciones con Antonio Maceo que pretendía el mando de todo Oriente; pues si bien Bartolomé Masó reconocía la autoridad de Gómez no sucedía igual con Maceo.
En la Constituyente de Jimaguayú fue nombrado vicepresidente de la República en Armas. Esta designación, lejos de un estímulo fue un agravio para Masó que por sus méritos debió ser el presidente, por lo que renunció al cargo y se marchó a su zona de operaciones. Destituido por el general Maceo por – en su opinión – obstaculizar la organización de la columna invasora, decidió entonces aceptar el cargo de vicepresidente y se incorporó al Gobierno.
Durante la Asamblea de La Yaya el 10 de octubre de 1897 resultó electo presidente de la República en Armas, cargo que mantuvo hasta el final de la guerra en que entregó todos sus poderes a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana, tal como estipulaba la Constitución.
Bajo la ocupación estadounidense fue nombrado administrador de Hacienda en Manzanillo y se convirtió en uno de los dos contendientes a presidente de la República. Sin embargo, ante los manejos electorales de la administración que favorecían a su rival Tomás Estrada Palma optó por renunciar y retirarse de la vida pública.
Fue el último agravio sufrido por el abnegado Bartolomé Masó, el intransigente general mambí que salvó la Guerra del 95, pues murió el 14 de junio de 1907 en su hacienda de Manzanillo.
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