Calixto García Iguiñez fue un héroe de la independencia cubana. Combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba. Libró múltiples combates y sobresalió por su sólida formación militar, adquirida de forma autodidacta. El león holguinero (como lo nombraban) nació el 4 de agosto de 1839 en la calle de San Diego, provincia de Holguín.
En 1874, mientras intentaba impedir conversaciones de paz entre oficiales españoles y algunos jefes cubanos en la zona entre Manzanillo y Bayamo, no autorizados por el Gobierno de la República de Cuba en Armas, el cinco de septiembre de 1874, el ya Mayor General Calixto García fue sorprendido con muy pocos hombres por una columna enemiga en el lugar conocido por San Antonio de Baja. En tan desigual encuentro y ante la posibilidad de caer prisionero prefirió el suicidio y luego de gastar todos sus cartuchos se aplicó el llamado «tiro de la vianda». Se hizo un disparo en el paladar con su revólver sin poder lograr su objetivo, pues sobrevivió y gravemente herido fue apresado por las tropas españolas de Francisco Ariza Gómez. Primeramente lo condujeron al poblado de Veguitas, donde los médicos militares españoles le salvaron la vida y de ahí lo llevaron a Manzanillo. Luego a Santiago de Cuba, y a La Habana.
Pocos días luego de su captura, las autoridades españolas, que mantenían bajo estrecha vigilancia a su madre Lucía Íñiguez, le informaron a ésta que su hijo había sido hecho prisionero. A la noticia respondió Lucía: «¡Ese no es mi hijo!», y al informarle que antes de ser apresado había intentado suicidarse para no caer prisionero, entonces respondió temblorosa, pero convencida: ¡Ah… ese sí es mi hijo!
Participó en la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra Necesaria. Es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia cubanas. Prestó especial atención a la preparación de las tropas y al trabajo cohesionado del Estado Mayor, así como a la planificación detallada de las campañas y acciones combativas con el empleo de mapas y croquis, y su dirección desde los puestos de mando.
Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual exigía dominar los conceptos técnicos y balísticos. Desarrolló el arte de sitiar y tomar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas. Demostró, además, un gran civismo y un concepto supremo de la dignidad cubana con respecto a los norteamericanos, antes, durante y después de la llamada Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana.
Fue llamado por Tomás Estrada Palma para acudir a Washington, como delegado del Ejército Libertador, a las conversaciones entre el Gobierno de la República de Cuba en Armas y el gobierno de los Estados Unidos. El 11 de diciembre de 1898, falleció de neumonía en el hotel donde se hospedaba en Washington. Su cadáver nunca fue entregado a las autoridades cubanas allí presentes y a pesar del intenso frío, fue enterrado al amanecer del día siguiente.