Catalina Lasa su historia :
Una de las mujeres más bellas de La Habana que en la primera década del siglo XX, se destacó por su belleza en los salones de la alta sociedad habanera.
Conocida por “La Maga Halagadora”, ganadora de concursos de belleza, admirada por sus grandes ojos azules, su piel de nácar y su hermosa figura. Fue protagonista de la escandalosa historia de amor con Juan Pedro Baró, que estremeció la sociedad cubana a principio del Siglo XX .
Nació en la ciudad de Matanzas y se casó en 1898 en Tampa, Estados Unidos, con Luis Estévez Abreu, hijo de Luis Estévez Romero, primer vicepresidente de la República de Cuba, y de la patriota Marta Abreu. Al finalizar la Guerra de Independencia se establecen en La Habana, aunque realizaban numerosos viajes a París, donde también tenían residencia. Catalina fue ganadora de concursos de belleza en La Habana en los años 1902 y 1904
En una fiesta a que asistiera el matrimonio, Catalina conoció al rico hacendado criollo Juan Pedro Baró, quien quedó prendado ante los ojos azules y la escultural belleza del cuerpo de Catalina. Surgió entre ellos una pasión súbita, sin límites, y comenzaron los encuentros a escondidas entre Catalina y Juan Pedro.
De un inicial carácter reservado, trascendieron en comentarios de la alta sociedad. Como aún no había sido aprobada en Cuba la Ley del Divorcio, Catalina Lasa se atrevió a pedir a su esposo la separación, pero este no quiso aceptar.
Fue entonces que ella determinó irse a vivir junto con Baró, decisión que, si bien significó una realización sentimental, también trajo momentos muy desagradables a la pareja.
A causa de los prejuicios de la época y presionado por miembros de su familia, Luis Estévez Abreu mandó a abrir un expediente judicial contra Catalina, y se dictó una orden de captura por bigamia. De inmediato, ella y Baró salieron secretamente de Cuba, aunque serían perseguidos en territorios de otros países. Huyeron a París.
Después, disfrazados y por rutas diferentes, arribaron a Italia, el reencuentro tuvo lugar en Marsella, donde disfrutarían de la belleza de este centro urbano, y, finalmente marcharon juntos a Italia. Su objetivo al llegar a Roma era ser recibidos por el Papa , este los recibió y escuchóla historia . La máxima autoridad de la Iglesia Católica los bendijo y anuló el matrimonio religioso de Catalina Lasa y Estévez Abreu.
El presidente cubano Mario García Menocal aprobó en 1917 la Ley de Divorcio en la isla caribeña. Ese mismo año se registró la separación de Catalina de su primer esposo.
Regresaron a La Habana en 1917, donde volvieron a ser admitidos en los salones de la alta sociedad. Baró no sabía qué hacer para hacer feliz a su esposa. Hizo edificar, casi a lo largo de una década, un palacete en la Avenida Paseo, de la barriada de el Vedado, el cual se inauguró en 1926. En los jardines de la residencia mandó a sembrar esa rosa única llamada Catalina Laza, lograda de un injerto realizado por floricultores del jardín El Fénix Mas.
Los célebres arquitectos de la época Evelio Govantes y Félix Cabarrocas proyectan la obra con aliento renacentista italiano hacia los muros exteriores; mientras hacia el interior, muestra un claro acento del art-decó. La ejecución corrió a cargo de la constructora estadounidense Purdi and Anderson; mientras la decoración, en los estucos de los salones principales estuvo a cargo de la parisina Casa Dominique. Los jardines fueron diseñados por el galo Forrestier, uno de los artífices de los cambios operados, en la época, en los Campos Eliseos. La casa fue calificada como la mansión más bella de La Habana. La inauguración de la casa del matrimonio Baró-Lasa tiene lugar con una gran recepción, en 1926.
La crónica social en el Diario de la Marina apunta que fueron de la más fina y moderna cristalería, al estilo Art-Noveau, en los cuales fue aplicada la novedosa la técnica del claro de luna, con la cual se logra un cristal con una transparencia lechosa.
Hasta el Presidente de la República asistió; con anterioridad, ya la pareja le ha ofrecido una cena en su honor, tras la promulgación de la Ley de Divorcio y la absolución del antiguo matrimonio.
Aquella pareja nacida del más puro y ardoroso amor estuvo maldecida desde que se ventiló a la luz pública. Cuentan que fue objeto de los más extraños maleficios y prácticas oscurantistas.
Al mudarse a la lujosa residencia, la salud de Catalina empezó a deteriorarse, Baró se la llevó a Francia y allí falleció en 1930.
Su cadáver, sometido a un proceso de embalsamamiento, fue trasladado a Cuba y lo colocaron en una bóveda provisional en la Necrópolis de Colón, mientras se levantaba el panteón que albergaría para siempre sus restos mortales, el panteón costó medio millón de pesos. La hija del matrimonio queda en la residencia habanera.
En él se depositaron en 1932 con un ramo de las rosas que llevan su nombre, pero hecho de piedras preciosas. Diez años después de enviudar, Pedro Baró murió en la Habana. Las tumbas de él y Catalina fueron clausuradas con losas de hormigón fundidas para evitar que alguien las profanase. Y, según se cuenta, se hizo enterrar de pie para velar el eterno sueño de la mujer que tanto amara.