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<< Ramón Loy, desde el largo sueño del olvido >>

Como se sabe, las historias del arte no sólo se conciben a partir de los clásicos, y la plástica cubana no es, ni puede ser, solamente, Wilfredo Lam, Portocarrero y Amelia Peláez, sino también muchas otras figuras menos brillantes pero también meritorias.

Los artistas que emergieron antes del movimiento de vanguardia en Cuba permanecen entre los menos reconocidos en Cuba siendo Ramón Loy una figura esencial de su “generación perdida”.

Cuando el 18 de julio 1986 fallecía el artista, la prensa cubana guardó silencio absoluto. Aún hoy, pese a su presencia en las salas permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes, es un gran olvidado de las Artes Plásticas cubanas, su nombre y su obra han quedado relegados.

Ramón María Ajoy González nace el 31 de agosto 1894 en La Habana, hijo de inmigrante chino y madre cubana. Desde muy joven tuvo inclinación hacia la pintura, y realizó sus primeros estudios en la Escuela de San Alejandro en La Habana, donde tuvo como maestro al gran artista cubano Armando García Menocal.
Para su inserción en el mundo del arte, decide el nombre artístico de Ramón Loy, que lo acompañaría hasta su muerte.

Un artículo publicado en la revista Bohemia describía que por 1910, una serie de jóvenes,entre ellos Ramón Loy, soñadores de un futuro incierto…. se reunían en un apartamento de la calle Galiano.
Dichos jovenes se saturaban de la filosofía de Shakespeare y de Víctor Hugo, y de las poesías de Nervo y Rubén Darío (…) mientras los pinceles se deslizaban afanosamente….
Muchos optaron en sus años formativos posteriores viajar a Europa y al regreso formaron parte del claustro del prestigioso plantel de la Escuela de San Alejandro.

Loy fué un artista que, por sus aportes formales y conceptuales, trasciende como uno de los grandes del arte pictórico cubano. Fue miembro activo de la comunidad cultural y literaria, dejando huellas en disímiles actividades como excelente grabador, escritor, profesor y excelente crítico de arte.

Su mirada crítica siempre persiguió lo autóctono, traducido en personajes, luz, color, y también en su lucha como profesor por rescatar y encontrar modernas técnicas de hacer el arte que identifica al cubano.

El retrato fué uno de sus generos preferidos y
para algunos críticos, Ramón Loy está a medio camino entre la tradición y la vanguardia.

Los años vividos por Loy en Europa fueron muy intensos para su formación, allí amplía sus estudios, hace frecuentes viajes, visita museos, academias y talleres de pintura.
A su regreso a Cuba en 1923, realizó diferentes exposiciones personales y colectivas.

Entre 1931 y 1934 reside en París, donde formó parte del llamado «Grupo Internacional de Pintores», con integrantes procedentes de varios países de Europa,
con ellos, Loy alterna exposiciones en Cuba con otras en Europa.

La crítica de arte siempre sedujo al creador y en 1949 comienza a publicar en «Alerta», periódico de su amigo Vasconcelos. Desde entonces hasta finales de 1957 será el periódico que recoja un mayor número de artículos de Loy, en su etapa de plenitud como crítico de arte donde también se rodeaba de grandes profesores y amigos.

La actividad creativa de Loy decreció paulatinamente hasta su total desaparición de la vida pública.
Estaba solo, sin hijos. Se encerró en el estudio de su casa en San Francisco No. 216.
Nunca se ha sabido a ciencia cierta, o por lo menos nunca se ha hecho pública, la razón del olvido y del ostracismo en que cayó Ramón Loy, algunas de cuyas obras fueron almacenadas en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Pude conocer que en el 2017 se realizó una exposicion en La Habana de una veintena de sus obras fundamentalmente de las décadas de los años 20 y 40, que permitieron recorrer parte del quehacer de uno de los más prolíficos y talentosos artistas del siglo XX cubano.





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