“!Con los machetes, basta, General!”
Amanecía, y una nueva jornada estaba abriendo las puertas al Ejército Invasor, ya en los predios de la provincia matancera. Era el 15 de diciembre de 1895, y como a las 10 de la mañana, las fuerzas cubanas, encabezadas por el General en Jefe, Máximo Gómez, y el Lugarteniente, Antonio Maceo, hicieron alto cerca de la localidad de Barajagua.
Al contingente, casi todo de caballería, le acompañaba un reducido grupo de infantería, mandado por los hermanos Vidal y Juan Eligio Ducasse Revé.
Los dos altos jefes cubanos estaban persuadidos de que para seguir avanzando hacia occidente resultaría inevitable un choque con el enemigo, ante el cual se les presentaba un inconveniente: el cómputo de municiones sólo daba a razón de dos balas por componente, lo que hizo que el general Gómez lo comentase con el general Maceo.
– General Maceo –le dijo Gómez-, hay un gran inconveniente, pues tenemos dos cápsulas por fusil.
Por toda respuesta –y tal vez sabiendo que era lo que, en realidad, el General en Jefe quería oír-, Maceo le dijo:
– ¡Con los machetes, basta, General!
– ¡Bien! –abundó Gómez-, al avistar al enemigo: un tiro y… al machete.