Continuando con la historia del otro chivo llamado perico. nació en la Loma de los Zapotes, Jacomino, el 20 de septiembre de 1920 y perteneció a una familia de apellido Iglesias. Posteriormente fue regalado a “María La Grande”, santera del barrio, quien lo ofrendó a Santa Bárbara; pero, según la leyenda popular, la deidad no aceptó porque ese chivo “estaba destinado a ser algo grande”.
En la década del 30 los trabajadores del paradero de guaguas de la ruta 10 lo convirtieron en su mascota. Su dieta era la de un empleado más: ingería café con leche, pan con mantequilla, frijoles, cerveza, arroz, bistec con papas fritas y mascaba tabaco. Jamás faltó a las marchas obreras para denunciar la corrupción de los gobiernos republicanos o para ridiculizarlos, con las consignas de protesta en sus tarros.
En septiembre de 1944 fue detenido por la policía durante una manifestación frente al Palacio Presidencial, propinándosele una severa paliza que lo enfermó gravemente. Los trabajadores del transporte de la Ruta 10 lograron rescatarlo y devolverlo al paradero, pero este no se recuperó nunca más, a pesar de los medicamentos utilizados para restaurarle la salud, muriendo el 13 de septiembre de ese año.
Tal fue el cariño hacia el animal que se efectuó una colecta de dinero para embalsamarlo. Entre todos recaudaron 70 pesos para pagar a los técnicos encargados de realizar la taxidermia. De este modo el histórico cadáver de Perico se mantuvo durante muchos años en las oficinas de este paradero. Más tarde fue a parar al Museo de Guanabacoa, donde se exponía como muestra de ritual de santería y luego fue cedido al Museo Municipal de San Miguel del Padrón, desde donde entonces revive la historia de su barrio y para que esta sea conocida por futuras generaciones. Hace poco fue sometido a un proceso de restauración.