Cuando Sara Vaughan cantó en La Habana. 🎶🎙☺
A Sarah Vaughan la descubrí tarde, quizás, cuando cayó en mis manos ese disco insustuíble Songs of The Beatles. No bastó que me impresionara su personal versión de The fool on the hill, ni su irrepetible Yesterday. Eso sólo fue el principio de una búsqueda que abarcó toda su discografía y el deseo de desentrañar las esencias que propiciaron el surgimiento y expansión de esa voz, esa sensibilidad y esa genialidad. La Vaughan es parte de mi banda sonora personal y por eso, me habría gustado vivir aquellos meses de enero y febrero de 1957. No me lo hubiera perdido por nada de la vida. Me habría encantado escucharla y verla aquí en La Habana, joven y aún no tan mundialmente famosa e imprescindible ícono, como lo llegó a ser poco después.
No encuentro nada que indique lo contrario: a pesar de la fama que le precedía los cronistas del espectáculo en los principales medios de prensa no se ocuparon mucho de ella, más bien prefirieron enfocarse, quizás en demasía, en la presencia de Nat King Cole en el cabaret Tropicana por segunda vez. Para colmo, la revista SHOW que reflejaba los detalles del mundo del espectáculo en Cuba y de los artistas cubanos en el extranjero, era parca en sus ediciones de los primeros meses de 1957 en cuanto a las noticias sobre el cabaret Sans Souci, favoreciendo –obviamente por razones comerciales- a Tropicana y a veces, hasta a Montmartre, quienes tenían secciones casi fijas para anunciar las novedades en sus shows y hasta las contrataciones de figuras destacadas. No he hallado en los medios ni una sola crítica o crónica que nos permita saber qué canciones cantó, cómo fue acogida por el público, cómo vestía. Ni una sola foto de Sara Vaughan en La Habana, salvo la que acompaña este artículo.
Había comenzado la guerra por la supremacía entre los tres cabarets más famosos: Tropicana, Montmartre y Sans Souci. Gracias a eso, figuras de renombre pasaron durante la década de los 50 por sus escenarios como invitados especiales en sus shows: Martín Fox, el dueño de Tropicana, trajo a Josephine Baker, Xavier Cugat, Maurice Chevalier, Pedro Vargas, Liberace, Woody Herman, Jack Prince; Montmartre, a Cab Calloway; pero Sans Souci, había sido enfática en los jazzistas y de algún modo iba a la cabeza de la contienda, contratando a Johnny Mathis, Tony Bennet, Dorothy Dandridge, Johnny Ray, Tommy Dorsey, June Christy. Tropicana aceptó el reto y el jueves 1 de marzo de 1956 el ya muy famoso Nat King Cole debutaba en la pista del salón Bajo las Estrellas; quince días después lo haría el crooner Billy Daniels, también de moda, pero no a los niveles alcanzados por Cole entonces.
A lo largo del año 1956 muchos músicos extranjeros se sucederían en los escenarios de estos tres centros nocturnos, pero muy cerca del inicio de 1957, ya arreciaba la contienda, cuando Martín Fox anuncia el regreso de Nat King Cole los primeros días de febrero de 1957, a poco más de un año de su debut cubano. El Montmartre no se queda atrás y confirma la presencia en idénticas fechas de dos figuras capitales: la francesa Edith Piaf y la norteamericana Lena Horne, conocida en Cuba también por su filme Stormy Weather. ¡Y en esas mismas fechas, Sans Souci recibiría en su escenario nada más y nada menos que a Sarah Vaughan! Si la fama de Cole era ya un poco más universal por su perfil de crooner o cancionero, el de Sarah Vaughan era un nombre establecido en los predios del jazz, y particularmente conocida y admirada por músicos cubanos y amantes del género en la Isla, que distinguían su voz grave, de contralto, su extraordinaria versatilidad y amplia tesitura y su inimitable scat, cualidades que le aseguraron, entre otras, el lugar que ocupa para siempre en la santísima trinidad del jazz vocal femenino, junto a Ella Fitzgerald y Billie Holiday.
Ya Sarah era Sarah. Muchos años habían pasado desde que ganara aquel concurso de aficionados en el Apollo Theater y fuera contratada por Earl Fatha Hines como cantante de su big band; ya había trabajado con su gran amigo Billy Eckstine, con quien registró sus primeros discos y en cuya banda tuvo el lujo de compartir y también grabar registros inmortales con Charlie Parker y Dizzy Gillespie. Ya habían llegado a Cuba sus antológicas grabaciones de A night in Tunisia, Tenderly, It’s Magic, If You Could See Me Now y muchas otras. Sarah llegaría a La Habana acompañada por un trío integrado por el piainsta James “Jimmy” Jones; Richard Davis en el contrabajo y Roy Haynes en la batería. Para Leonardo Acosta, saxofonista y relevante musicólogo y ensayista, testigo privilegiado de la presencia de la Vaughan en Cuba y de su actuación en Sans Souci, los músicos que acompañaban a la cantante era “…el mejor trío que tuvo en todos los tiempos”, y para la propia Sarah, Jimmy Jones era “el mejor pianista acompañante del mundo”. Con él y su banda –un octeto que incluyó a Miles Davis- la Vaughan había grabado en mayo de 1950 algunos temas que se convertirían en clásicos.
Los músicos cubanos amantes del jazz, muy enterados de la vida musical de sus ídolos en cada instrumento y también de la salud del género inventado en el Norte, sabían que si podían llegar, pagar y entrar, disfrutarían, en vivo y en directo, de una de las voces más espectaculares jamás escuchadas. A partir del domingo 27 de enero, la empresa del cabaret hizo publicar anuncios especiales a casi un cuarto de página en los rotativos Diario de la Marina y El Mundo. Este último consignaba en su edición del martes 29: “Sarah Vaughan, la estrella de la canción que sólamente actuará hasta el domingo en Sans Souci, se hospeda en el Hotel Presidente y desde el mismo día de su llegada fue fácil encontrarla en la piscina de Calzada y G.”[1] En efecto, esta vez el emblemático Hotel Nacional no podrá ufanarse de haber acogido a esta diva, monumental donde las haya. ¿Eligió la gerencia del Sans Souci el hotel donde alojarla? ¿O la del Nacional no consideró oportuno tenerla entre sus huéspedes? Parece que lo mismo ocurrió con su coterráneo Cole. Qué creen?
Subió a la pista del Sans Souci por primera vez el martes 29 de enero, ante un público que abarrotó el lugar. Según cuenta el músico y cantante Gilberto Valdés Zequeira, testigo presencial, los que acudieron eran conocedores y adeptos del jazz, muy pocos cubanos, cuyos recursos se lo permitieron, y norteamericanos que residían en Cuba o se encontraban ocasionalmente.[2] El Diario de la Marina calificaba el 2 de febrero a Sarah Vaughan como “…la más destacada intérprete del jazz (…), cuya actuación está constituyendo la máxima atracción de la temporada invernal en Cuba”. Subraya además “…las fastuosas producciones de Alberto Alonso “Endoki” y “Sueño en Bagdad”, a las 10.30pm y 1.30 am respectivamente. Sarah será la atracción principal de los mismos, con las que intervendrán además la mangífica bailarina Lolita Monreal, el popular Cuarteto de Aida, el notable conjunto vocal de Cuca Rivero, Sonia Calero y Víctor Alvarez, insustituible pareja de bailes, el compositor de moda, Frank Domínguez y las vedettes cubanas Raquel Mata y María Magdalena.”
Según el Diario de la Marina, en su edición del 27 de enero, tres días después, el miércoles 30, la Vaughan se habría presentado en el espacio Casino de la Alegría, del CMQ TV, que lleva a sus estudios a los artistas contratados para actuar en los principales cabarets habaneros,
Según el mismo diario, en el Nevada Cocktail Loung –el bar del Sans Souci-, alternaban Frank Domínguez y su conjunto, César Portillo de la Luz, Pepe Reyes, Dandy Crawford y también el Cuarteto D’Aida. Al parecer, en algunos temas Sarah se hizo acompañar por la orquesta de planta del Sans Souci, dirigida entonces por Rafael Ortega, en cuyo scrap book personal, según la revista Show, consta el agradecimiento de la diva, con un escueto «Muchas gracias, Rafael, por su gran acompañamiento.» Cincuenta y ocho años después, en el recuerdo de Josefina Barreto y de Gilberto Valdés Zequeira, presentes en Sans Soucí, la Vaughan cantó cerca de una hora, un repertorio integrado por los temas de mayor popularidad. Josefina, quien también cantaba, era seguidora incondicional de la Vaughan y aún hoy en sus ochenta recuerda aquel Over the rainbow que cantó la diva aquella noche en que su novio Giraldo Piloto Bea la llevara a Sans Souci para cumplir un sueño.
Cuenta Leonardo Acosta que “…a diferencia de Nat King Cole, [Sarah Vaughan] compartió con músicos y cantantes cubanos en distintos jam sessions.”[3]Acosta rememora la descarga que protagonizara la Vaughan en el club Las Vegas, de Infanta y 25, como “la más estelar (…) a la que asistieron sus músicos y la mayoría de los jazzistas cubanos, incluyendo a Bebo Valdés, Guillermo Barreto y El Negro Vivar, que no eran habituales a las descargas de Las Vegas, así como integrantes del feeling como Elena Burke, José Antonio Méndez y Omara Portuondo.”[4] El hoy cabaret Las Vegas, enclavado en lo que podría ser el límite entre Centro Habana y El Vedado, curiosamente ha resistido el paso del tiempo y sigue ahí, aunque distinto, enfrentado al edificio de Radio Progreso, que también ha resistido desafiante y señero, recordándonos cuánta historia musical se grabó y se aplaudió en sus estudios. Sin embargo, muy distinto a hoy, Las Vegas en 1957 era un club, cuyo dueño, César Vega, además de ser hábil para insertarse y ser aceptado en los más disímiles ambientes humanos, era un amante declarado del jazz, lo que propició que el sitio se convirtiera, en punto de encuentro de jazzistas y adeptos al género y, en definitiva, en uno de los sitios más populares de descargas y jam sessions por esos años.
Sarah Vaugahn, Bebo Valdés y Nat King Cole (en Sans Souci o Tropicana?)(Foto. Archivo Jorge Luis Sánchez).
Dámaso Rodríguez, Yuyo, quien fuera cantante y maitre del selecto Club 21 (El Twenty-One) en la esquina de 21 y N, en El Vedado, recuerda que la Vaughan también descargó allí: «Raul Gonzalez Jeréz, dueño del Club 21, me dijo: «Yuyo mañana después del show en Sans Souci, viene Sarah con su grupo. Habla con Barretico [Guillermo Barreto] y dile que forme un grupo para alternar con el de Sarah.» A la noche siguiente a la hora convenida, se apareció Barretico con un grupazo cinco estrellas: Rafael Somavilla,en el vibrafono; Frank Emilio Flynn en el piano; Gustavo Mas, saxo; Papito Hernandez, y Cachaito, bajo; el mismo. Barreto en la baterîa; Tata Güines, en la tumbadora y la «Señora Sentimiento», Elena Burke. En la Habana se han dado muchas descargas, pero la de aquella noche la recuerdo como algo para tener en cuenta en los Records Guinnes.»[5]
Una de esas noches de aquella semana de 1957, al concluír el segundo show, se produjo otra descarga, espontánea, en el bar del Sans Souci, donde Sarah y sus músicos interactuaron con sus colegas cubanos. El recuerdo de Leonardo Acosta es, quizás, lo único que ha quedado escrito como testimonio de esas memorables horas: “La sesión comenzó con un trío integrado por Bebo Valdés (piano), Papito Hernández (contrabajo) y Guillermo Barreto (batería); luego tocó el trío de Sarah, que comenzó con un fenomenal «But not for me», donde sobresalió la maestría pianística de Jimmy Jones. Sarah se sumó cantando varios números, entre ellos un «How High the Moon», con improvisaciones en scat y también inventando nuevos textos. Al final compartimos músicos cubanos y norteamericanos: Pedro Chao y Leonardo Acosta (saxos tenores), Frank Emilio (piano), Richard Davis (bajo) y alternando Walfredo de los Reyes y Roy Haynes en la batería. En cierto momento le pedimos a Richard Davis que tocara un tema de su preferencia como único solista; sugirió «The Nearness of You» y le preguntó a Frank Emilio si lo conocía. Frank respondió con otra pregunta, habitual en él: “¿En qué tono, mulato?”. El solo de contrabajo de Richard fue sensacional.»
Continúa Acosta sobre la visita de Sarah Vaughan a La Habana: “Otra descarga “monstruo” fue celebrada en una casa particular en la zona del Country Club (hoy Cubanacán), junto a una piscina, a la cual asistieron cerca de veinte músicos de jazz cubanos, Sarah y su trío, y también los integrantes del trío de Nat King Cole: John Collins, Richie Harvest y Lee Young. Sólo Nat King brillo por su ausencia. Pero entre los cubanos se hallaba Chico O’Farrill, recién llegado de Estados Unidos, quien tocó el piano en el estilo típico de los arreglistas. Lo primero que hizo al llegar fue preguntarme por Jimmy Jones, el hombre a quien Sarah Vaughan calificó como “el mejor acompañante del mundo”.[6]Josefina Barreto también estuvo en esa descarga junto con Giraldo Piloto y recuerda que se trataba de la residencia de los reconocidos arquitectos cubanos Vicente Lanz y Margot del Pozo, y entre los asistentes asegura que estuvieron también Guillermo Barreto, Merceditas Valdés, entre otros.[7]
Todo parece indicar que los días y horas habaneras de la gran diva del jazz transcurrieron en muchos sitios más allá del escenario del cabaret Sans Souci. Se presentó el 30 de enero en el programa Casino de la Alegría, de CMQ TV, según reseñó el Diario de la Marina dos días después. Sarah, a diferencia de su coterráneo Cole, tenía vivo interés en tan breve tiempo, relacionarse con los músicos cubanos y adentrarse en lo posible en la experiencia de conocer la música cubana y sus raíces. Juan Picasso, uno de los legendarios bailadores que se reúnen en la Esquina del Jazz de Santa Amalia, apasionado del swing y habitual de cabarets y sociedades entonces llamadas “de color”, cuenta que llegó una noche a una fiesta de santo y allí se la encontró a Sarah Vaughan bailando y cantando, y al escucharle, quiero imaginarla muy diferente a las divas rosadas de sonrisa hierática y pose gélida, que nos devuelven las revistas de entonces. La veo desandando las calles de Cayo Hueso o Pueblo Nuevo, La Habana Vieja o el Vedado, como una más.[8]
Sarah Vaughan y sus maravillosos músicos abordarían en el aeropuerto de Rancho Boyeros el vuelo 550 de National Airlines, de regreso a casa y con destino al aeropuerto de Idlewild, New York (actual «John F. Kennedy»), el lunes 4 de febrero de ese memorable 1957, después de su primera y única incursión en tierras cubanas de que se tenga noticia.[9]
Mi gratitud a Jaime Jaramillo, entusiasta e imprescindible colaborador; también a Josefina Barreto, Gilberto Valdés Zequeira y Patrick Dalmace.
Fuentes: NOTAS
[1] El Mundo: 29.1.1957. Pag. B-8 (Consultado en la colección de la Biblioteca Nacional de Cuba)
[2] Entrevista de la autora con Gilberto Valdés Zequeira (24.3.2015, en La Habana)
[3] Leonardo Acosta: Un siglo de jazz en Cuba. Ediciones Museo de la Música. La Habana, 2012. Pag. 160-161
[4] Idem. Pag. 155
[5] Entrevista de la autora a Dámaso Rodríguez «Yuyo», quien reside en Las Vegas,Nevada, vía chat el 11 de noviembre de 2016.
[6] Leonardo Acosta: Un siglo de jazz en Cuba. Editorial Museo de la Música. La Habana, 2012. Pag. 161
[7] Entrevista de la autora a Josefina Barreto. La Habana, 25.03.2015.
[8] Mauricio Vicent: Bailando hasta la eternidad. En “El País”. España. 23.5.2013
[9] Passenger Manifiest del vuelo 550 de National Airlines Habana – Iddlewood. Consultado en www.ancestry.com
OTRAS FUENTES
Revista Show. Nos. 16 y 22 (1955) 23 al 37 (1956 y 1957); 49, 51, 56 y 57 (1958)
Diario de la Marina. Cuba. Ediciones enero y febrero 1957 (colección Biblioteca Nacional de Cuba).
El Mundo. Cuba. Ediciones enero y febrero 1957 (colección Biblioteca Nacional de Cuba)
El País. España. 23.5.2013 (consultada versión digital)
Leonardo Acosta: Un siglo de jazz en Cuba. Ediciones Museo de la Música. 2012.
Rosa Lowinger y Ofelia Fox: Tropicana Nights. The life and times of the legendary cuban night club. A Harvest Book. Harcourt Inc. 2006
Mats Lundhal: Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo. RBA Libros. Barcelona, España. 2008.
Entrevistas a Josefina Barreto y Gilberto Valdés Zequeira
www.ancestry.com
www.jazzdisco.org
www.allmusic.com
© 2015. Rosa Marquetti Torres