Dicen que su fantasma aún deambula por el cabaret «Las Vegas» en la calle Infanta esq.25 en la ciudad de La Habana, cantando desolada la melancólica canción que lleva su nombre «FREDDY».
Por. Henry Puente.
Cuando comencé a escribir está reseña, un gran amigo, culto, informado y muy conocedor de la historia musical cubana, me dijo:
No hace falta decir nada más, a fin de cuenta, ya está inmortalizada en los libros del grandioso escritor cubano
Esa mujer pobre, con los orígenes más humildes que se pueda imaginar, sin la menor posibilidad de convertirse en artista y mucho menos en la inmensa estrella que consiguió ser, quién tampoco contaba con una belleza que en la época resultaba casi imprescindible para triunfar, en un universo de preciosas e interminables modelos publicitarias dónde se anunciaba de todo, las cuales estaban muy alejadas de lo que ella representaba, no obstante, como el cuento de la Cenicienta, se impuso, y de cocinera llena de aceite y guisantes se transformó en una auténtica reina adorada por muchedumbres, con su único disco y convertida en personaje de leyenda por múltiples legendarios escritores, Freddy sigue siendo un ícono de la noche habanera de los sesenta.
En la actualidad dentro de Cuba, como muchos otros grandes e imprescindibles, que pertenecen por autonomasia a la historia de la cultura cubana y no son ni tan siquiera mencionados, su nombre no figura en ninguna de las rutas formales que llevan a los turistas de manera empecinada a lugares diversos y recurrentes de la ciudad, no hay siquiera un aviso, una alerta, un llamado de atención, un anuncio, así de cruel funciona y triunfa la injusticia hasta dentro del arte, es que acaso no se mantuvo en pie el farol debajo del cual seguía cantando cuando las puertas del bar, muy cerca del amanecer, comenzaban a cerrarse invitándola a abandonar el lugar, solo unos pocos recuerdan que se trata de uno de esos sitios en la capital, que existieron para identificarse hasta la eternidad con una figura excelsa, famosa, o popular, desde hace décadas, convertido hoy en un inverosímil ente burocrático, la imagen del fabuloso bar Celeste dejó de ser la misma de aquellos años, cuando ella llegaba envuelta en magia y comenzaba a entonar con su voz andrógina, entre hombre y mujer, un bolero, una canción, algo de jazz hasta el cansancio, sin más acompañamiento que su angustiosa voz, sólo a cambio de que unos tragos de cualquier tipo de alcohol, le permitian abrir las compuertas para que saliera aquel torrente imparable de sentimientos salidos del fondo de su martirizada alma, artísticamente, nunca pretendió hacer nada que no fuese utilizando su voz de contralto increíble, cantando desgarrada como quién hace una terrible confesión sobre un desengaño, fuese amoroso o tal vez familiar, a los trasnochadores que quisieran escucharla en aquel bar, convertido sin permiso de nadie en su refugio personal, o quizás cantar sólo para aliviar, desde la más auténtica humildad, sus temores y dolores, que parece ser, nunca la abandonaron, en la época, otra grande, Ela O’Farrill compuso una sentida canción con el simple propósito de homenajearla.
Al llegar el año 1959, aquel bar se iba haciendo habitual para músicos, bailarines, cantantes, quienes lo frecuentaban al concluír los espectáculos donde trabajaban en los muchos clubes y cabarets que se encontraban en la zona del Vedado, allí comían, bebían y en ocasiones descargaban, antes de irse a dormir con alguien que escogieran por pura elección, no obstante, nadie se movía del lugar hasta que aquella mujer negra y descomunal, que hacía su fascinante aparición pasadas las diez de la noche, se fue convirtiendo en la razón de la creciente visita de noctámbulos hacía la esquina atípica de Infanta y Humboldt. Su dueño Enrique Fernández confesó, que nunca supo a cuánto ascendieron sus deudas, pero todo parece ser que optó por considerarlas saldadas con aquel canto visceral y único de Freddy que atraía infinidad de clientes llenando constantemente el local.
Sus pocas grabaciones, que no le hacen justicia, demuestran la tristeza que sentía al cantar Noche de Ronda, donde se puede llegar a sentir con facilidad su destino triste que predecía una vida corta, pero me cabe el consuelo de que probablemente fue feliz, por la cantidad de ovaciones que noche a noche la despedían con un público lleno de adoración hacía ella. Después vendría el mejor momento que tuvo dentro de su carrera, del discreto bar Celeste, pasó sin discusión, a las luces y candilejas del Casino de Capri.
Los Santos y Orishas se confabularon para que un día venturoso de ese año Marta Valdés reparará en aquella extraordinaria voz de contralto y asumiera como compromiso convocar a todos los posibles e imposibles de su círculo de amigos, para que escucharán y conocieran a aquella revelación de voz grave, profunda. Sería muy importante y trascendental el papel que jugó la Valdés en el descubrimiento de Freddy y lo mucho que hizo para intentar encauzar aquel talento natural y desbordante, asimismo, también los astros favorecieron a Freddy para que el abogado y criminalista Carlos Manuel Palma, conocedor e influyente como pocos en el mundo del espectáculo, fundador y dueño de la popular revista Show y propietario de un apartamento en los altos del bar Celeste, también descubriera su potencial genuino y en un trance de sabiduría premonitorio se decidiera a escribir en su propia revista está fantástica reseña: Del servicio doméstico surge una bolerista que ha de ser célebre, se llama FREDELINA GARCÍA y pesa nada menos que 220 libras, su rostro parece una luna llena color sepia ¡ Pero cómo canta boleros esta voluminosa mujer! La escuchamos en el bar Celeste, junto a integrantes del Cuarteto “Los Riveros” y el bailarín Arnaldo Silva y nos quedamos estupefactos, hizo una creación con el tema “Cada vez más” de René Touzet, siguió en sus interpretaciones, con un estilo tan original, tan único, tan distinto, que su poder creador nos permitió a todos vaticinarle un porvenir triunfal, un futuro sin inquietudes. Sus días en el servicio doméstico naturalmente que están contados, porque cuando cualquier empresa discográfica la lancé habrá enseguida que programarla en televisión, en radio, de seguro el público la hará su cantante favorita y las compañías disqueras se disputarán sus grabaciones.
Después de esté espaldarazo, muchos comenzaron a recalar en el “Celeste”, atraídos por el canto de aquella sirena de voluminosa ternura, pues de algún modo, sabían que algo importante se estaba gestando allí.
Pero sin dudas, sería Humberto Anido, el también impulsor de Gina León, el mago descubridor que se estrenaba como productor del Casino de Capri, fue quien tomó los mayores riesgos, convencido de estar ante un diamante en bruto y de que su promoción a los escenarios sería, un escándalo mucho más grande de lo que se piensa. Entonces convenció a la empresa que gestionaba el cabaret, a través de su manager Marvin Krause, para incluírla en el próximo show que ya se ensayaba, así oficialmente, ya rebautizada como Freddy, con sólo 24 años, en septiembre de 1959 Fredesvinda García haría su debut profesional en el espectáculo “Pimienta y Sal”, una producción del propio Anido con coreografías de Ceferino Barrios, y en los créditos principales la vedette Raquel Mata, Rolo Martínez, Isidro Cámara, Kary Russi, la pareja de bailes Mitsuko y Roberto y el Cuarteto de Faxas, esos artistas fueron quiénes compartieron el debut con Freddy, tuvo la fortuna de montar las canciones que interpretaría bajo la guía de Rafael Somavilla, uno de los grandes pianistas, arreglistas y directores orquestales de Cuba, y quien entonces dirigía la orquesta del Casino de Capri, suerte de angel guardián, Humberto Anido apostó sin reservas por aquella voz que no tenía, ni de broma, el respaldó seguro de una belleza moldeada en la esbeltez del cuerpo o un rostro fascinante, con los cuáles estaba habituado a trabajar, Freddy era un amasijo de potencia vocal, expresión y sentimiento en estado puro, con una capacidad inusual de comunicación que conllevaba al éxtasis del disfrute. Los titulares de los principales medios subrayaban la conmoción que el fenómeno Freddy ocasionaba en el público del afamado cabaret, comienzan a llamarle“ La Ella Fitzgerald Cuba.
Hay que dar crédito a la increíble Freddy como voz y como realidad en la pista, por primera vez en mucho tiempo, una figura nuestra, ha puesto de pie al público de un cabaret, levantando aplausos de teatro. Aunque su popularidad en ese momento se limitaba a los que frecuentaban estos sitios, que no eran, ni con mucho, la mayoría, pero comenzaban a correr la voz.
La producción «Pimienta y Sal» continuó triunfante en la cartelera del Casino de Capri, aunque en enero de 1960, a casi cuatro meses de su estreno, Anido decidió renovar el elenco, pero a los únicos que mantuvo fue a Rolo Martínez y a Freddy, quien ya arrasaba con sus personalísimas versiones de “El hombre que yo amé” y “Noche de Ronda”, acompañada por una orquesta también renovada, ahora dirigida por otra grande y olvidada batuta, Rafael Ortega.
En abril el escenario del Capri exhibía una nueva producción de Anido “Ajiaco a la francesa”, donde también la diva de la voz grave centraba un elenco de estrellas.
En abril la carrera de Freddy llegaba a otro momento lógico, Jesús Goris, dueño del sello Puchito, la contrata para grabar un vinilo de larga duración (LP), con el respaldo de la orquesta de Humberto Suárez, que serían en definitiva, las únicas grabaciones que se conocen y quedarían de la cantante del bar Celeste, como era usual entonces, a la salida del LP le antecedieron algunos discos de 45 rpm, que recogían siempre los temas de mayor impacto en el momento.
Desafortunadamente, la salida al mercado del disco de Freddy bajo el sello Puchito, con un penoso diseño de carátula, que en nada le hacía justicia, fue un desatino en su leyenda, a pesar que debemos sentirnos agrsdecidos, ya que son las únicas grabaciones que quedarían de ella para la posteridad, al no hacerle justicia a su grandeza, de ahí deviene la inconformidad de todos los que la vieron y escucharon cantar en vivo. En una reseña escrita por Marta Valdés, quién no dudó en exponer, sinceramente, lo que pensaba del disco y sobre el tratamiento dado a las extraordinarias condiciones interpretativas de Freddy, diría: “Estimamos que para ser un primer intento de sacar esta voz a la calle, el disco se ha concebido con dignidad, se nota en la elección del material el deseo de llegar a todos los gustos, tal vez con demasiada tendencia a caer en lo que pudiéramos llamar “clásicos” de la canción latina, puede que esto, y la inclusión de melodías americanas con letras en español, de las cuáles la única cuya presencia en el disco está justificada, por haber sido durante mucho tiempo del repertorio de Freddy es “El hombre que yo amé”, sea un acierto en cuanto a las posibilidades comerciales, como tal lo aceptamos, es su primer disco, pero Freddy tiene una cosa suya y hay que intentar poder desarrollarla, con un repertorio característico de ella. Mientras tanto, Freddy continuaría su nueva vida como cantante, sobre todo desde la pista del Casino de Capri.
Durante los carnavales de 1960, formaría parte de un show presentado por la cerveza Cristal en una de las tarimas creadas para realizar bailables y presentar espectáculos durante los festejos. Resulta curiosa la coincidencia en el surgimiento y esplendor de dos fenómenos fugaces.y míticos en la música cubana, Freddy y La Lupe, ambas con orígenes humildísimos, imagen escénica poco común y cualidades vocales extraordinarias, aunque de estilos completamente diferentes.
A finales de septiembre Freddy sale por primera vez de Cuba, lo haría para cumplir su primer contrato internacional con el empresario Hugo Romani, que la lleva a presentarse en Venezuela, en programas de Radio Caracas, en Coney Island y en el cabaret Pasapoga, junto a otros artistas cubanos en el espectáculo Carnaval Carioca, producido por el coreógrafo cubano Gustavo Roig, y donde, sin dudas, fue también la gran estrella y sensación del momento. Al llegar a Caracas Freddy estremece a los venezolanos con su estilo limpio, original, purísimo, por la noche, la pista del night club donde trabaja se llena con su cuerpo y el night club todo se llena con su voz redonda y sonora que se parece a ninguna, Freddy es aplaudida una vez, y otra, y otra más, canta diez y doce canciones cada noche, entonces nadie ve el tronco de mujerota, todos ven su voz, su pureza, la ternura de sus expresiones.En octubre del mismo año ya Anido pensaba en ella para su próxima producción “Serenata Mulata”, pero no hubo una tercera vez para la Anti-Diva en el Casino de Capri, Freddy no regresaría a La Habana, en febrero de 1961 ya está con su manager personal Néstor Baguer, en México, como parte de un espectáculo con figuras del cabaret Tropicana, bajo la dirección de Rodney y con Julio Gutiérrez a cargo de los arreglos y la dirección musical, se presentan inicialmente en el Teatro Lírico, pero pasan de inmediato a un sitio de mayor categoría, el cabaret Señorial, aunque al parecer, Freddy no duró mucho tiempo en este elenco donde surgieron muchos problemas económicos con los contratantes mexicanos, a juzgar por informaciones enviadas por Rodney a la prensa cubana. Algunas fuentes indican que la gruesa cantante había estado preparando o quizás grabando su segundo disco en México, bajo la producción musical de Julio Gutiérrez, pero es Marta Valdés quien ofrece la única prueba hallada hasta ahora de que tal hecho pudo haberse concretado o estar muy cerca de hacerse realidad diciendo: “Debe haber sido a finales de febrero o comienzos de marzo de 1961 cuando alguien puso en mis manos una carta de Julio Gutiérrez, fechada el 19 de febrero, que he conservado con verdadero celo, en ella se refiere al estreno exitoso de la producción, la noche anterior, así como al proyecto suyo y de Freddy de incluír mi canción “Tú no sospechas”, que a ella y a mí siempre nos gustó mucho, en su nuevo long-playing de la cantante que comenzaría a grabarse a la semana siguiente en aquella ciudad, fue la última noticia que tuve acerca de ella, si en verdad el disco se grabó, con qué sello pudo haber sido, si algunos fragmentos de la grabación yacen en un almacén de cintas magnetofónicas de México por no haber resultado interesantes para los discósofos de entonces, es un misterio, misterio que en 59 años no ha podido ser resuelto.
Rodney, Julio Gutiérrez y los integrantes del espectáculo de Tropicana abandonan México y ponen rumbo a Miami, pero Freddy está breve tiempo en esa ciudad, sin muchos más datos, ni otras fuentes de información, solo se sabe que la compañía lidereada por Rodney se desintegró en México, al fracasar Carlos Amador con un espectáculo importado de La Habana, le entregaron al excoreógrafo de Tropicana las riendas del cabaret El Señorial, pero con material humano de cubanos que ya estaban radicados en el país ¡ Así las cosas ! Los artistas que en su origen había llevado Rodney en su compañía, quedaron varados en Miami, disgregándose el nutrido grupo tomando cada uno rumbos diferentes, entonces Freddy no tuvo medios de defenderse en Miami, viéndose en la necesidad de dirigirse a Puerto Rico.
En efecto, según datos del Dpto. de Inmigración y Naturalización de USA, Fredelina García, de nacionalidad cubana, con pasaporte No. 58250 y residencia permanente en La Habana, Cuba, entraría a territorio norteamericano el miércoles 5 de abril de 1961 por el aeropuerto de Miami, en vuelo GAM-102 procedente de México, había recibido el día antes un visado otorgado en México que indicaba, según la misma fuente, su destino a teatros en Puerto Rico y Nueva York. Allí es acogida en el hogar del músico y compositor Bobby Collazo, en Santurce, en la calle Figueroa No. 656. Para muchos artistas cubanos son meses de incertidumbres y decisiones dramáticas y hasta definitivas, en términos de vida.
Según Carlos M. Palma, citando a Bobby Collazo, Freddy había dejado a su pequeña hija de 9 años al cuidado de una amiga nombrada María Sánchez, que residía en la calle San Gregorio del barrio del Pilar, diversas e intensas debieron ser las emociones y sentimientos que violentaron por esos años la vida de Freddy, desde que su talento nato la catapultó, de la cocina de la residencia de la familia Bengochea, al escenario del Casino de Capri, y después a triunfar en otros países. Su corazón soportó demasiado, además del sobrepeso, las emociones enfrentadas de una alegría inmensa y frecuentes tristezas, y a pesar de que la noche anterior fue de jolgorio y cantó hasta muy entrada la madrugada en una de las tertulias que animaba Collazo en su casa, le sobrevino un sorpresivo infarto y la vida abandonó su cuerpo el 31 de julio del propio 1961. La cantante boricua Myrta Silva, quien había vivido muchos años en Cuba y fue para siempre una de las voces más trascendentes de las muchas que pasaron por La Sonora Matancera, se empeñó en ayudar para que Freddy, en su final, tuviera la dignidad que merecía, decisión que apoyaron muchos artistas cubanos que entonces se encontraban en Puerto Rico.
No creo que exista en la música cubana un mito como el de Freddy, quien en escasos dieciocho meses y un puñado de doce canciones precariamente orquestadas se instaló en el imaginario musical de un país de un modo tan persistente, que su imagen y su voz se resisten a abandonarla, su disco long playing es de esas piezas que, a pesar de su imperfección, han clasificado por años como objeto de culto para legiones de melómanos y ha mantenido esta cualidad a través del relevo en los formatos de consumo musical, desde el vinilo, al CD y luego al download y el streaming, la vida breve no le alcanzó para conquistar y disfrutar la fama, eso vino después, cuando redescubierta en esas canciones no ha parado de hacerse escuchar, su huella marcó a hombres y mujeres de más de una generación, que la siguieron y veneraron, y aún al día de hoy cuando han pasado 60 años de su muerte física, su voz sigue viva y continuará siendo venerada eternamente……