¡ Dios mío! Cuánto derroche de ternura y belleza. Sin miedo a las palabras confieso, que jamás vi un segundo acto del ballet Giselle como el que ella representaba, absolutamente nadie conseguía trasmitir esa mezcla de amor y tristeza que Mirta Plá lograba emanar con inmensa dulzura, al punto de lograr hacer llorar al espectador. Siempre lo digo y lo repito sin pudor. En esté momento está en el cielo, porque fue la bailarina preferida de Dios y los ángeles, que no querían seguir prescindiendo de ella, para deleitarlos con su encantó y belleza sin igual. Cómo lo hizo conmigo, que la adoré hasta el paroxismo, y eso continúa inexorablemente en mí recuerdo hasta el fin de mis días..