¡¡¡Domingo Domingo!!!…
Gloria, mi abuela materna, comenzaba el almuerzo de los Domingos, al anochecer del sabado. Ella me esperaba y nos ibamos los dos a la cocina abierta de la casa de San Clemente, en la cuadra anterior a la nuestra.
En la mesa y cubiertos por un paño blanquisimo estaban los dos boliches a mechar: aceitunas, trocitos de chorizos y de jamon empezaban a introducirse en la carne fresca, con algo que recuerdo como una chagara. Mama siempre decia las mismas palabras: "estos van a ser los mejores que vas a comer. Las tres hornillas de carbon estaban encendidas y al terminar con la chagara, ponia un gran caldero en la hornilla. Ajo macerado, cebollas picadas, comino y una hoja de laurel ya se iban dorando mientras ella los movia con el cucharon para que no se pqsaran. Uno y otro boliche cayeron en aquella simple salsa y Mama comenzo a darle vueltas a ambos pa que se doraran, Dios mio, y quedaban dorados. Dos joyas inmensas dentro del caldero. Entonces los cubria de agua y los tapaba, cuando los pasaba a la segunda hornilla. Fregaba todo y a cada rato levantaba la tapa, "ya va" o algo asi decia. Y se iba a su cuarto. A veces me iba con ella o me contaba lo que le ocurriera.
…mas tarde mima me llevaba pa la casa y yo no le decia na, pero el olor de los boliches se extendia por toa la casa y se salia a la calle y subia por to San Clemente y llegaba adonde fuera. Gloria Silveira Acuña, gloria de la cocina, cuando ya iba a dormir, pasaba el caldero pa la hornilla con poquito carbon y se iba a dormir. Durante la noche los boliches casi terminaban por cocinarse, y con tostones, arroz blanco y guacamola, la familia Lastre Silveira, disfrutaba los boliches rodados y en una salsa oscura y decian: " Mama, estos son los mejores" y ella me miraba haciendome una seña con un ojo y yo le hacia lo mismo.
…Todo estaba como tenia que ser. Y de pronto, todo dejo de ser, y lo peor, sigue dejando de ser.