Él cañon de tiritas: Una inventiva mambisa con sello camagüeyano. 💣☺
Es conocido que la inventiva del cubano se sobrepone siempre a cuanto escollo se encuentra en el camino. En la historia se encuentran sobrados ejemplos que lo corroboran: el torpedo mambí, numerosas tácticas de combate, el uso de tabacos y flores para ocultar mensajes; pero hoy ponemos a la luz uno de los más populares inventos que dieron fe de la gran creatividad del camagüeyano.
En el ansia insuperable de liberar a Cuba del coloniaje español se impuso en las tropas mambisas la falta de armamento moderno, fue entonces que, para paliar la ausencia de municiones y tecnología con la que se pudieran fundir cañones de bronce y hierro, se creó en la región del Príncipe una industria bélica de cañones de cuero.
El Camagüey, zona ganadera por excelencia, tenía un estimado de 350 mil cabezas de ganado; de modo que el cuero se les hacía muy fácil de conseguir a los independentistas.
El primero fue usado por los mambises el 22 de diciembre de 1868 en la acción conocida como El Desmayo, desde entonces varias acciones combativas verían la útil presencia del cañón de tiritas de cuero.
Más allá de la graciosa referencia a este cañón que hace Juan Padrón en Las Aventuras de Elpidio Valdés, ese tipo de armamento fue en realidad producto de la inventiva del cubano en tiempos de precariedad, muestra de cuánto somos capaces de hacer para conseguir los justos objetivos y metas.
El cañón de tiritas de cuero
El cañón de tiritas de cuero fue una de las armas más útiles que tuvo el ejército mambí del Camagüey en el campo de batalla; usado con gran efectividad contra la infantería enemiga. El Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz hizo uso de él el 20 de julio de 1869 en una acción combativa que pretendía atemorizar al nuevo gobernador de la ciudad.
El mérito de su invención corresponde al carpintero guaimareño Clodomiro del Risco. Se dice que si no creó el primer cañón de este tipo al menos creó una versión muy original que sirvió de modelo a una producción mayor.
El uso era sencillo: primero se introducían sacos de pólvora por la boca del cañón, el artillero metía un pincho para reventar los sacos, luego ponía una mecha y le daba fuego.
Aunque nunca dispararon cocos -como se ve en los animados de Juan Padrón- sí podían lanzar piezas de hierro y eran tan peligrosos para los españoles como para los artilleros cubanos, por lo que sus operadores se protegían en un árbol cercano en el momento del tiro.
El alcance de un cañón podía llegar a los cien metros pese a que era de unos siete centímetros de calibre y poco más de un metro de longitud.
Clodomiro del Risco, el creador del cañón de cuero, fue fusilado en los muros del cementerio de Guáimaro por servir a la Patria con su taller de carpintería; su labor permitió que creciera el prestigio y respeto de la República de Cuba en Armas.
Los cubanos de entonces, ni los de ahora, actuamos con el honor de la Patria. Y si es necesario volver a usar la inventiva para poner en alto la honra nacional lo haremos.
Por Evelin Queipo Balbuena/Colaboradora