El cantinero y antiguo dueño del Floridita descansa en el Cementerio Colón de La Habana de una vida quizá tan intensa y algo más larga que la de su amigo el Premio Nobel de Literatura. Nació en 1888, once años antes que Hemingway, y murió nueve años antes, en 1952.
Además de la versión más famosa del daiquirí, Constante diseñó alrededor de 200 combinados para disfrute de los más exigentes bebedores, entre ellos Jean-Paul Sartre, Graham Greene, Gary Cooper o Ava Gardner, clientes asiduos de El Floridita en una época en la que La Habana exhibía su máximo esplendor.
"En su momento, Constante llevó la coctelería a una excelencia que actualmente sería comparada a estrellas Michelín",
No existen registros de la fecha exacta en la que abrió sus puertas por primera vez, en el año 1817. Quizás porque nadie imaginó que este lugar, que nació siendo un simple bodegón llamado La Piña de Plata, llegaría a convertirse en una leyenda de la coctelería universal.
Fue casi un siglo después de su apertura, tras la instauración de la República en 1902, que cambiaría su nombre a “La Florida”. Y por alguna razón años más tarde los propios clientes comenzaron a llamar al asistido bar “Floridita”, nombre que aún conserva en la mítica.
El calificativo de “Catedral de la Coctelería” le llegaría a este bar a partir de 1914, cuando se incorporó a trabajar en la barra un inmigrante cantinero español, Constantino Ribalaigua Vert, nombrado “El Constante”. En 1918, pasa a ser propietario del lugar junto a dos empleados más. Para entonces, ya era un reconocido maestro en el arte de la coctelería que dominaba a la perfección los secretos de las bebidas y sus mezclas.
A Constante, considerado como el padre de los cantineros de Cuba, se debe la creación del Daiquirí Floridita. A diferencia del original, nacido en las Minas de Daiquirí de Santiago de Cuba, el Floridita se frappea en batidora y se le agrega marrasquino, lo cual le aporta un toque especial.