El cura que juntó en su corazón la Fe y el Amor a la Patria El 30 de abril de 1870, hace justo 150 años hoy, muere fusilado en Cuba el sacerdote santiaguero Francisco Esquembre y Guzmán, de sólo 30 años de edad, párroco de Yaguaramas y acusado de "infidencia".
A los inicios de 1869, fuerzas del Ejército Libertador en la provincia de Las Villas irrumpieron en el poblado de Yaguaramas, jurisdicción de Cienfuegos, y lo ocuparon. La acción tuvo significativa repercusión. Más que por el resultado victorioso de las armas cubanas, las autoridades coloniales se encolerizaron ante el hecho de que el párroco de la iglesia de Nuestra Se¬ño¬ra del Rosario de Yaguaramas, padre Es¬quem¬bre, bendijera la bandera cubana enarbolada por los libertadores y la causa de la independencia. El joven cura izó la bandera de la estrella solitaria en su iglesia y, con alentadoras palabras, convidó a los patriotas a no claudicar en el empeño. La jerarquía católica de entonces no le dio apoyo y le retiró los hábitos antes de la ejecución.
Para evitar la reacción del cuerpo de voluntarios dispuesto a lincharlo, sus superiores decidieron trasladar a Esquembre a la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en Quiebra Hacha, Pinar del Río. El 24 de abril tomó posesión del puesto. Dos días después era conducido prisionero a La Habana, donde guardó prisión por algo más de un año. Trasladado a la cárcel de Cienfuegos, fue sometido a Consejo de Guerra verbal y condenado a la pena de muerte por el delito de infidencia. El 30 de abril fue ejecutado. Momentos antes del fusilamiento, reiteró a sus verdugos: “Pido al cielo la bendición para Cuba y su bandera”. El periódico Diario Cubano, publicado en Nueva York, de¬dicaría a los pocos días una hermosa crónica al insigne patriota.
Siempre me ha frustrado lo muy poco que se sabe de él en Cuba, ya que esta efemérides es sólo una mención pasajera en los libros de historia. Como cubano y católico, me enorgullece el sacrificio de aquel curita santiaguero, que llevó juntos en su corazón la fe y el amor a la patria.
Por Domingo Noriega✍ -Periodista católico Cubano.
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