El lechero no fue quien le echo agua a la leche “El Asilo Menocal”. 🍼🥛👶👶🏾
El relato que hoy les traigo, seria la conclusión de una serie, conjunto a otras tres cronicas que publiqué hace algunos meses, relacionados a las diversas funciones que tuvo la esquina de Calzada del Cerro y Sarabia. El lugar en cuestion, luego de alojar el primitivo “Depósito de Esclavos” y el primogénito cementerio del Cerro, dio paso a otra ignominia como fue el depósito de chinos culíes “El Consulado“; y que a su cierre, hospedo otra instalación vergonzosa por el trato que se instauro a las enfermas de transmisión sexual , conocida como La Quinta San Antonio ( “Hospital de Higiene“). Por último, luego de una presión eficaz de féminas de la alta sociedad, se convirtió en un lugar con un objeto social mucho más adecuado y decoroso: El Asilo y Creche Corazón de Jesús, atendido por las Hermanas de la Caridad.
El naciente movimiento feminista en la primera decada del S-XX en la capital, junto a la coordinación del Dr. Emilio Núñez jefe de sanidad y beneficencia, le daban clausura al hospital de higiene y con una ágil gestión de la señora Juana Cano de Fonts a la cabeza del movimiento, se crea en las edificaciones un asilo para dar cobijo a un centenar de huérfanos, que abrió sus puertas el 10 de febrero de 1914. Las precisas gestiones de las féminas lograrían ampliarlo con una Creche, también con capacidad para cien niños de ambos sexos y horario semi – internos, de 7 AM a 8 PM, para dar facilidad a las madres trabajadoras. Asilo y Creche se conocerían con el nombre del presidente de turno: ¨ Menocal ¨.
No estaría exenta de problemáticas la gestión de un proyecto tan bien intencionado. Una anécdota muy original nos cuenta de esta instalación Luis Bay Sevilla en el Diario de La Marina (3 enero 1943), la cual les dejo a su disfrute:
[ …] Ocurrió en una ocasión que el número de niñas a quienes había que darles la toma diaria de leche era superior a la cantidad que recibía la Madre Superiora del establecimiento, a pesar de que esta santa mujer clamaba diariamente, en toda forma, por obtener mayor cantidad de litros, pues los que recibía no alcanzaban para cubrir las raciones que diariamente se daba a las niñas pobres que estaban a su cuidado. Y, como la caridad oficial, ni tampoco las familias ricas a las que ella acudió, quisieron oírla, la religiosa se vio ante el dilema de tener que dejar sin leche a algunas de las niñas que concurrían a la Creche, las que posiblemente pasarían hambre ese día.
Horrorizada ante la perspectiva desgarradora de saber que una niña de cortos años lloraría por hambre, decidió ampliar la cantidad de leche de que disponía, echando en la vasija donde era hervida unas tazas de agua, las necesarias para que todas pudieran desayunarse. Es decir, se disponía a sacrificar, unos pocos días nada más, la calidad de la leche, en beneficio de todas, pues confiaba en que al cabo sugestiones por lograr más leche se verían coronadas por el éxito.
Pero, he aquí que alguien que diariamente obtenía de esa Creche una toma para su hijo, denunció a la policía que a la leche de los niños se le echaba agua, personándose entonces en el Asilo un inspector de la Secretaría de Sanidad, quien inició la investigación, preguntando a la Madre Superiora si era cierta la denuncia, y esta virtuosa mujer, no sabía mentir, le enteró de la verdad, contestándole afirmativamente y haciéndose de todo responsable. El inspector de Sanidad, sin considerar lo que iba a hacer, acusó a la religiosa, llevándola al Juzgado Correccional, donde impiadosamente y haciendo alarde de una energía que seguramente no hubiera sabido tener con un lechero, le acusó fuertemente de echarle agua a la leche destinada a los niños de la Creche. El Juez Correccional, que era un hombre honorable y justiciero, oyó pacientemente al inspector, y al terminar este su acusación, dictó su fallo, pronunciando, sin otro comentario, la siguiente palabra: “absuelta“[…]
Actualmente el inmueble tiene similar objeto; esta vez con el nombre “La Edad de Oro”… da la posibilidad de atención a aquellos no solo desprovistos de un hogar o familia, sino también a discapacitados mentalmente. En su blog 14 y medio Yoani Sánchez lo describe así: […] La Edad de Oro es un hospicio en La Habana que acoge a 200 pacientes encefalopáticos, algunos con retraso mental. Hay ocho niños entre 7 y 15 años; diez adultos mayores de 60 y los demás tienen entre 40 y 50 años. Sólo diez pacientes caminan y comen sin ayuda. De ellos, 50 pueden relacionarse pero me confirma una antigua empleada que de lo que todos entienden es de amor y alegría […]
Y aunque de sobra sabemos que son inmensas las necesidades que atraviesa el lugar, creo que es un ejemplo de altruismo el que dan cada trabajador, enfermera o cuidador a sus pacientes, día a día.
Por Ansbel Gonzalez Huart. Facebook El Cerro y su historia.
4/11/2020