El lunes 31 de marzo de 1930 en el aeropuerto Gerardo Machado la señorita Berta Moraleda surcaba el firmamento de nuestra Isla en un biplano Fledgling.
Berta, aún era alumna de la Escuela de Aviación Curtis. Aquel memorable día también subió al Fledgling acompañada de miss Frances Harrell, una de las pocas mujeres que poseía licencia de aviación en ese momento en el mundo, y que realizó brillantes volantinas para enseñar a la cubana. El domingo 6 de abril, del mismo año, aparece inscrita Berta Moraleda en un programa de Acrobacias Aéreas, y realizó una demostración de diez minutos de duración.
A sus 18 trabajaba de telefonista de la Pan American Airways por sus conocimientos del idioma inglés. Sin embargo, se interpusieron los intereses del director de Correos que reclamó la plaza para una amiga, y Berta es despedida con un mes de sueldo de compensación. Pensó entonces en un empleo donde ninguna otra mujer pudiera quitárselo: la aviación.
La Compañía Cubana de Aviación Curtis tenía una escuela en Rancho Boyeros y Berta tuvo que enfrentarse a dos grandes dificultades: convencer a su padre que laboraba como tipógrafo; y el dinero para pagar el curso, nada menos que dos mil quinientos pesos.
Sobre este percance ella contó en una entrevista: Logré un despacho con Alfredo Hornedo, propietario del Excelsior-El País. Le propuse que solventara mi paso por la Curtiss. Prometí devolverle el dinero cuando trabajara en su diario; le expliqué que podía yo pilotear una aeronave para llevar las matrices a Santa Clara, donde se haría la impresión de los ejemplares que harían el enlace con el tren vespertino, llegando su periódico a Camagüey y Oriente antes que el Heraldo de Cuba, su máximo rival. Hornedo encontró interesante el negocio y financió mi curso.
Después de cumplir sus 50 horas de entrenamiento, Berta Moraleda piloteó por primera vez el 23 de mayo de 1930 fecha en que obtuvo su licencia de aviación, acumuló en total más de 200 horas de vuelo.