El presidente Fulgencio Batista, la leyenda de la famosa puerta secreta, la religión y la letra del año.
Realidad o ficción .
Foto: El presidente Fulgencio Batista en Palacio.
– Miércoles 13 de marzo de 1957, un comando del Directorio Revolucionario asaltó el Palacio Presidencial con la intención de ajusticiar a Fulgencio Batista. Varios de esos jóvenes subieron al segundo piso y penetraron en el despacho oficial del mandatario, pero la oficina estaba desierta. Se habló después de una puerta secreta que se abría a una escalera que conducía a las habitaciones privadas de Batista, en la tercera planta. Fue esa puerta, que se halla en el breve pasillo que une el despacho con el salón de reuniones del Consejo de Ministros, y que estaba entonces disimulada por una cortina de terciopelo rojo, la que permitió a Batista , dijeron los asaltantes, escapar milagrosamente. Añadieron que aunque sabían de un pasadizo secreto, no pudieron hallarlo y que el mismo no aparecía reflejado en los planos del Palacio que habían podido allegar.
La etnóloga Natalia Bolívar, estudiosa de las religiones de origen africano, asegura que la huida de Batista aquel 13 de marzo se relaciona con la ceremonia que en la santería se conoce como «la letra del año», en la que un grupo de babalaos predice los sucesos venideros y el orisha que gobernará en el período. Precisa Natalia que el signo regente en 1957 fue Obbara Meyi, que indica que el Rey debe buscar constantemente una salida, una salida oculta. Fue entonces, recalca Natalia, que Batista hizo construir no uno, sino tres escapes secretos. El de Palacio; el de Kuquine y otro más en la casa presidencial de Columbia.
Víctor Betancourt, otro estudioso de las religiones afrocubanas, no coincide con la célebre autora de Los orishas en Cuba y afirma que la letra vigente en ese año fue Odí Iká, signo que alude a un gobernante que será atacado por sus enemigos.
Changó da la espalda al general
Se ha sugerido que Batista mandó a construir la puerta en cuestión cuando en enero de 1957 se dieron a conocer los resultados de la letra del año y que ya estaba lista el 13 de marzo siguiente. El capitán Alfredo J. Sadulé, el único de los seis ayudantes presidenciales de Batista , en una larga conversación que en Miami a fines del año 2014 desmintió la existencia de esas tres salidas secretas y negó que la de Palacio fuese construida por Batista «al menos en los años 50». Precisó que Batista se valía de esa puerta cuando quería entrar o salir del despacho sin que lo vieran, pero que usualmente utilizaba el ascensor.
¿Supo Batista, a inicios de enero, de las amenazas que lo asechaban en aquel 1957? ¿Conoció y tomó en serio las predicciones de los babalaos? Tuvo en su infancia una formación protestante, y ya en su exilio en España, luego de la muerte, con 19 años, de su hijo Carlos Manuel, pareció inclinarse hacia el catolicismo. Pero se dice, aunque no ha podido comprobarse, que recibió la mano de Orula y era hijo de Changó.
Según Villaronda, Batista fue a «consultarse» con Betongó, que residía en el Calvario, cuando era todavía un oscuro sargento. El sujeto invocó a Changó para predecir el futuro de su cliente. Batista recorrería un camino largo y plácido, aunque al final lo esperaba «un mar inmenso, agitado por el huracán, espeso y rojo». Era un mar que empezaba en «una orilla de oro» y terminaba junto a un cielo de un rojo más vivo que el de la sangre. Batista llegaría al final de ese camino, pero de él dependía hacerlo felizmente. Tampoco tenía porqué llegar al final cuando podía detenerse y a la sombra de un árbol recibir el saludo afectuoso de los caminantes. Poco después, Betongó se enteraba que aquel sujeto de pelo lacio y tez aindiada, que no se había relajado durante la «consulta» y que lo escuchó con las aletas de la nariz dilatadas, había protagonizado, el 4 de septiembre de 1933, el golpe de Estado contra el presidente Céspedes.
Batista llamó a Betongó a Kuquine antes de las elecciones generales de 1952. Quería saber si ganaría la presidencia de la República. No por votos, respondió Betongó, pero algo podría lograrse si se sacrificaban un novillo y un venado. Batista estuvo de acuerdo y los sacrificios se hicieron en la finca. Hubo otro llamado. Esta vez Betongó entró en Palacio. Los vientos que sanaban el espíritu de Batista iban alejándose, y, para contrarrestar las adversidades, el brujo sacrificó, en el propio despacho presidencial, varios gallos negros y un becerro. Con todo, no era suficiente y recomendó además tomar tierra de las seis provincias de entonces y ofrendar gallos y gallinas con mucha miel. Dijo a Bohemia: «Yo quería remover la conciencia de Changó, pero no fue posible». A partir de ahí todo fue cuesta abajo. El dictador llamó a Betongó luego de la elecciones espurias de 1954. Esta vez su sentencia fue lapidaria. Los caminos de Batista estaban cerrados «junto al mar de agua roja», un mar que terminaría tragándoselo. Ya no había salvación posible. Decía Betongó: «Changó le daba la espalda al General».
Dice Sierra Madero, aunque no pudo confirmarlo, que el «padrino» de Batista fue Bernardo Rojas, sacerdote de Ifá muy respetado. Añade que fue él, aunque tampoco pudo confirmarlo, quien hizo la predicción del asalto a Palacio. Aquel 13 de marzo de 1957 el dictador no escapó por una puerta secreta. No podía hacerlo sencillamente porque no estaba en el despacho oficial. Salvo excepciones, no bajaba al segundo piso antes de las cinco de la tarde. Aquel día, a la hora del asalto, se disponía a almorzar en la tercera planta con Marta y Andrés Domingo, secretario de la Presidencia.
«Más de medio siglo después, resulta difícil establecer con certeza quién y cuándo se construyó la puerta, mucho menos si fue construida a raíz de alguna predicción religiosa.