El Primer convento femenino que existió en la Habana.
El Convento de Santa Clara en La Habana. (Calle Cuba # 602 e/ Sol y Luz, Habana Vieja.
Corrían las primeras décadas del siglo XVII en San Cristóbal de La Habana, enclave de reunión de las naves que retornaban a España con los tesoros de las Indias, por lo que la villa se colmaba de hombres de mar y aventureros que aguardando su regreso a la metrópoli empleaban el tiempo en diversiones de todo tipo.
Poco a poco la ciudad se convertía poco a poco en un centro de vicios y los vecinos alarmados temían por la suerte de las hijas solteras y casaderas. Así, al iniciarse el siglo XVII habían solicitado a la corona la fundación de un convento que les permitiera colocar bajo segura custodia a las jóvenes que no encontraban marido.
De esta forma se erige el primer convento femenino en La Habana; edificio de dos plantas y gruesas paredes de tapias y rafas, ocupa más de una hectárea comprendida entre las calles Cuba, Sol, Luz y Habana dentro del compacto centro histórico de la Habana Vieja. Cuenta con tres claustros y el espacio a cielo abierto de lo que fuera una huerta.
De la primitiva edificación del siglo XVII, conocida como Ermita del Humilladero por ser la meta del Vía Crucis franciscano, sólo queda el recinto y la cubierta de alfarjes de la nave central.
En 1755 se reconstruyó con la importante fachada actual, las torres extremas, la puerta abocinada, y el óculo ciego de la parte superior. En 1932 se le agregaron dos naves laterales.
La plaza, además de su función religiosa, concretada en la escenificación del Vía Crucis, a fines del siglo XVIII empezó a tener funciones comerciales. Esta característica la acompañó hasta mediados del siglo XIX, cuando se transformó en un espacio público para el esparcimiento de los habaneros.
Las labores de ejecución culminaron en 1644, en ese mismo año llegaron a La Habana las primeras cinco monjas fundadoras, encabezadas por Sor Catalina de Mendoza, anciana de 90 años de edad. Venían de Cartagena de Indias donde otro convento de clarisas se había instituido en 1617.
A partir de este momento las doncellas que por voluntad propia o paterna ingresaran al convento dispondrían de aquel gran contenedor de funciones, que contaba con dormitorio, refectorio, cocina, enfermería, huerto, iglesia y en general, las instalaciones necesarias para la vida de una comunidad femenina de unas cien religiosas y otras tantas esclavas o servidoras.
En 1762, cuando se produce la toma de La Habana por los ingleses, el Capitán General de la Isla ordena a las clarisas marcharse de la ciudad y el convento fue tomado como hospital de campaña. Concluido el conflicto, las religiosas retornaron a su vida en el convento.
En 1921 las religiosas se trasladaron a una nueva sede en el barrio habanero de Lawton, después de vender el convento a una entidad inmobiliaria. Se alejaban de la vida mundana y el ruido de La Habana Vieja, donde crecían los negocios y el comercio y se tornaba un sitio poco apropiado para las monjas.
En 1922 se abrieron por primera vez los viejos claustros con el objeto de celebrar el VI Congreso Médico Latinoamericano y más tarde, la Exposición Nacional de Industria y Comercio. En esta ocasión se exhibieron obras de artes y se mostraron algunas celdas ambientadas con elementos coloniales.
En 1943, se organizó allí una exposición sobre “Cartografía, Urbanismo, Fotografía y Grabados Antiguos de Cuba”. Preciadas obras y exponentes de colecciones privadas fueron prestadas a este fin gracias al llamado del crítico Guy Pérez Cisneros.
La prensa de la época reflejó con entusiasmo la sorpresa causada por el descubrimiento público de los añejos interiores, este acontecimiento desató en los años veinte una verdadera fiebre de restaurar . Así, el inicio de las obras de rescate del patrimonio cubano quedaría históricamente vinculado al Convento de Santa Clara, como augurio del destino final del inmueble por varias décadas
Un suceso relevante en la historia de Cuba relacionado directamente con el convento fue la Protesta de los Trece, protagonizada el 18 de marzo de 1923 por Rubén Martínez Villena y un grupo de jóvenes intelectuales.
También se desataron historias de amor , como la de
Ines y un capitán español.
Los amantes del Convento:
Cuentan que una hermosa joven habanera de nombre Inés visitaba a diario la Iglesia de Jesús María y José donde conoció a un joven capitán español del que quedó perdidamente enamorada.
Sin decir de quién se trataba confesó a su padre que estaba enamorada; pero este – como era habitual en esos tiempos – ya había concertado su matrimonio con el hijo de un matrimonio amigo de la familia. Este tenía mucho dinero y le podría dar todos los lujos a Inés, por lo que le negó su permiso y le prohibió todo tipo de relación con el capitán español.
El capitán desairado se marchó a España y ella se negó rotundamente a casarse con nadie más por lo que tomó lo hábitos en el Convento de Santa Clara.
Pero el regresó con el recuerdo del amor de Inés en el corazón y al pisar el puerto de La Habana se enteró que se había convertido en monja.
Así comenzó a frecuentar las cercanías del convento con la esperanza de verla, hasta que una noche creyó adivinar su rostro en una figura encapuchada que pasó por su lado vestida de hombre. Al verse seguido el desconocido se dio la vuelta y se enfrentó al capitán que quedó herido en el duelo.
Al despertar comprobó con sorpresa que aquel que había confundido con Inés y le había herido ,era el hermano de la joven que se le parecía muchísimo.
De acuerdo ambos hombres decidieron sacarla del Convento de Santa Clara y la escondieron en las cercanías de La Habana, de donde, al día siguiente los amantes tomaron un barco con rumbo a la Florida.
Pero como los amores desgraciados no han de consumarse sin importarse el empeño que en ello pongan los amantes, a mitad del trayecto la embarcación fue sorprendida por una feroz tempestad que hizo zozobrar el barco… Nunca más se supo de ellos.