**El proyecto del Malecón.**
En 1819 cuando se puso en práctica el llamado “ensanche de extramuros” ya se pensó en acondicionar el inhóspito litoral habanero y para ello encargaron el proyecto de obra a Don Francisco de Albear, el más grande ingeniero cubano de la época. Albear concibió una formulación compleja y acertada de lo que debería hacerse, más allá de un simple paseo.
Según consta en documentos históricos, la ancha avenida debía construirse a cuatro metros sobre el nivel del mar, separado de la orilla, y en la parte inferior una larga sucesión de 250 bóvedas, para dar cauce a otras necesidades de la ciudad, porque la galería resultante podía servir como línea de ferrocarril y almacén, pensando en el activo puerto habanero, o como línea defensiva militar.
La construcción del malecón se hizo en varios tramos: a) el primero duró desde 1901 a 1902 y abarcó desde el Paseo del Prado hasta la calle Crespo; b) el segundo tramo desde 1902 a 1921 se extendió hasta el Monumento al Maine; c) el tercer tramo que duró hasta los años 30 terminaba en la Avenida de los Presidentes; d) el cuarto tramo y final abarcó desde 1948 a 1952 terminó el malecón en la desembocadura del río Almendares.
El vial se extiende desde la entrada de la Bahía de La Habana, al este, por espacio de unos cinco kilómetros hacia el poniente, con un caprichoso diseño en paralelo a la irregular línea costera.
Además de su belleza, avalada con una historia centenaria, el Malecón habanero constituye una pieza clave en el orden vial de la ciudad, pues con sus seis carrileras (tres en cada dirección) permite una circulación fluida.
Para muchos, el sitio es considerado como un verdadero pulso de la ciudad, fiel reflejo de la vida de sus habitantes, sus amores, juegos, tristezas y encuentros, todo ello en un espacio de pocos miles de metros.
#HabanaRepublicana