El Reina Mercedes se inauguró en 1886, por iniciativa del doctor Emiliano Núñez, uno de los grandes de la Medicina cubana, y gracias a los donativos que hicieron con ese fin don Joaquín Gómez, la señora Josefa Santa Cruz de Oviedo y Salvador Samá, marqués de Marianao, a los que se unió el dinero aportado por el Ayuntamiento de La Habana y que provenía de la venta de los terrenos del viejo hospital de San Juan de Dios.
Sus características constructivas y la distribución de sus áreas interiores hicieron que se le considerara en su tiempo una obra perfecta en su tipo, y todavía en 1922 el doctor Jorge Le Roy Cassá, una autoridad en la materia, afirmaba que por sus servicios nada tenía que envidiar ese hospital a los mejores del mundo.
Importantes especialidades se desarrollaron allí. En el hospital Mercedes, Francisco Domínguez Roldán introdujo la Radiología; Ángel Arturo Aballí desarrolló la Pediatría; Raimundo Menocal acometió la lucha contra las enfermedades venéreas y Nicolás Puente Duany dio inicio a la Cancerología en la isla. Muchos otros profesionales desplegaron una labor excepcional en esa institución que no se libró, sin embargo, de verse afectada por la desmoralización y la desidia que durante la República imperó en el sector de la salud pública.
En 1954 se estimó conveniente su traslado, y un modernísimo edificio monobloque de ocho plantas y 300 metros de frente, —el actual hospital Comandante Manuel Fajardo— se construyó en el mismo Vedado para darle albergue.
El Reina Mercedes fue demolido entonces, y sus terrenos, que en 1886 costaron 7 000 pesos, se vendieron en 300 000 a la Compañía Constructora Monterrey, que proyectaba edificar allí, se dice, un hotel de 600 habitaciones. El proyecto quedó en el aire con el triunfo de la Revolución, y el terreno enmarcado entre las calles 23, L, K y 21 se acondicionó como un parque de exposiciones y recreación, administrado por el Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), que también desaparecería para dar paso a la Heladeria Coppelia.