El sándwich cubano pudiera registrarse como marca muy popular en quioscos, cafeterías y restaurantes informales cubanos sobre todo entre los trabajadores de las fábricas de cigarros y los ingenios azucareros de las ciudades más importantes como La Habana o Santiago de Cuba. En los años 30. Se elabora y se expende en muchos países bajo ese rubro. Pero ninguno llega a la chancleta de nuestro delicioso emparedado, esa combinación prodigiosa de lascas de jamón magro, lonjas delgadas de carne de cerdo asada y fría, rodajas de pepino encurtido y queso en el panecillo apropiado, de agua, si se trata del sándwich, para que se deshaga en la boca, y suave y ligeramente dulce si es una medianoche. Verlo preparar, con el lunchero moviendo rítmicamente los cuchillos, es toda una obra de arte.