En Cuba era costumbre ponerse un clavel en la solapa el Día de las Madres. Si estaba viva, el clavel era rojo; si muerta, blanco.
En mi infancia y adolescencia cantábamos a la madres una canción, Madrecita, de la autoría del compositor cubano Osvaldo Farrés Rodríguez (Quemado de Güines, Las Villas, Cuba, 13 enero 1902-North Bergen, New Jersey, USA, 22 diciembre 1985). Les comparto la letra:
Madrecita del alma querida, / en mi pecho yo llevo una flor; / no te importe el color que ella tenga / porque al fin tú eres, madre, una flor.
Tu cariño es mi bien, madrecita, / en mi vida tú has sido y serás / el refugio de todas mis penas / y la cuna de amor y verdad.
Aunque amores yo tenga en la vida / que me llenen de felicidad, / como el tuyo jamás, madre mía, / como el tuyo no habré de encontrar.
En el Día de las Madres, con una flor blanca en mi corazón, rindo homenaje a todas y recuerdo a mi madre, Salvadora Miranda de Haro, ejemplo para mí de mujer plena, madre, esposa, profesional y feminista.