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<< Eladio Secades y sus magistrales estampas costumbristas >>

En el periodismo cubano resaltan figuras ineludibles, un largo listado, muchos de cuyos miembros son hoy insuficientemente recordados y mucho menos leídos.
A este encumbrado grupo pertenece por derecho propio Eladio Secades.

Secades, quien nació en La Habana en 1908 y murió en Venezuela en 1976 –tras partir de la Isla luego de la Revolución Cubana–, tuvo una reconocida carrera como periodista deportivo. El Mundo, El Heraldo, el Diario de la Marina y la revista Bohemia, estuvieron entre los medios que conocieron de su juiciosa y amena escritura, respetada tanto por los fanáticos cubanos como fuera de Cuba.

Sin embargo, no serían sus crónicas beisboleras sino sus Estampas de la Época, las que lo catapultarían al equipo de los inmortales.

Cuando el periodista cubano Eladio Secades llevaba veinte años escribiendo crónicas para algunos diarios y revistas de la capital habanera, se decidió a compilarlas en 1941 bajo el título «Estampas de la época», un verdadero estudio psicológico, con mucho ingenio y buen humor, de los personajes más sobresalientes de la Sociedad de aquella época. «El piropo», El guapo cubano», «El picador», «Los chucheros», «El picúo»; auténticas figuras de nuestra nación que aún existen pese al llamado «hombre nuevo».
El libro, con el título «Estampas 1941-1958», fue reeditado posteriormente.

Captó, como ningún otro escritor de su tiempo, la idiosincrasia del cubano y sus costumbres. Y se divirtió de lo lindo escribiendo sus estampas de la época, porque según expresó, «lo que pasa en Cuba tiene muchísima gracia».
Vigentes hoy sus personajes, nos dejamos atrapar por el pesao, con sus chistes ácidos, por la tristeza de la solterona, por el verraco que se deshace del sofá, por el vecino que lanza una trompetilla como punto final,etc.
Leerse el libro de Eladio es recorrer las calles de Cuba, entrar a cualquier hogar, descubrir que nuestro mejor amigo está entre sus páginas, y que quienes nos rodean componen ese mosaico de seres vivitos y coleando.
El guapo criollo es uno de los tipos más frecuentes en el tiempo de Eladio y tambien en el actual.
En él hay algo de la herencia española; es quien más golpes recibe y se deja sujetar en una bronca. El que termina diciendo: «Si me sueltan lo mato». El que ofende, insulta, grita.
Porque el cubano sigue siendo el mismo, aunque sin guayabera, zapatos de dos tonos y cadena de oro o plata colgándole del bolsillo. Las difficultades las olvida cuando siente pasar una rumba o una conga, y hasta conserva sus mismos gustos: el juego, la siesta y la botella.
El picúo de ayer anda por ahí, como el relajo criollo y el vino amargo. Según el autor de «Estampas de la época», donde más resalta el cubano es fuera de Cuba, por lo exageradamente expresivo y cariñoso, su hablar a manotazos, y hasta cuando baila música suave con los ojos cerrados. Salia de la barbería con un ridículo perfil de medallón de museo y olor a novia de campo. El de hoy, con sus trencitas y moñitos, puede competir con un espantapájaros salido de una nave extraterrestre.
Hoy, Eladio Secades se daría banquete con el nuevo tipo de cubano, surgido con la revolución.



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