<< Domingo Ramos, el Pintor de los Campos de Cuba >>
En las Artes Plásticas, Cuba ha contado con grandes exponentes que a lo largo de la historia han hechos visible desde el arte, la nacionalidad, la sociedad, las costumbres y la naturaleza que nos caracteriza.
Un día 6 de noviembre de 1894 nace en Güines el pintor cubano Domingo Ramos, considerado uno de los más grandes cultivadores del paisajismo en los tiempos de la República, especialmente por sus vistas del famoso valle de Viñales y otros escenarios de la isla.
Ya desde su edad escolar manifestaba su vocación artística con dibujos que nacían de su propia inspiración sin embargo fue, cuando intentó pintar el paisaje próximo a su pueblo cuando su padre, descubriendo el talento de quien fuera después un gran artista decidiera facilitarle una verdadera formación.
Estudió en la Academia de Arte San Alejandro bajo la tutela de grandes maestros como Armando Menocal y Leopoldo Romañach. Aunque incursionó en otras corrientes lo caracterizó el paisajismo.
Gracias a diversos reconocimientos durante sus estudios, como el recibido en Concursos de Bellas Artes por su pieza “Estudio de Paisaje” su padre le otorgó estudiar en Europa donde pudo conocer sobre la naturaleza y los paisajes de esta región del mundo.
Completó sus estudios en Europa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde tuvo como profesores a los célebres pintores Joaquin Sorolla, que Moreno Carbonero y Cecilio Pla entre otros prestigiosos artistas españoles.
Con el regreso a Cuba su creatividad aflora descubriendo, sobre todo el atractivo y variedad cromática del valle de Viñales, el cual se convirtió en su línea temática original, la más tratada por el autor, a tal punto de exponer al público en 1923, 38 lienzos que impresionaron a todos, los cuales advertían una visión novedosa y exclusiva de del paisaje.
Una mezcla de luminosidad y claroscuro caracterizan su labor, siendo un artista cuyas obras se guardan en importantes museos del mundo.
En Cuba varios premios nacionales avalan su prestigio, así como la labor educativa que desplegó en la Academia de Artes San Alejandro, formando a generaciones de artistas.
Sus dotes personales y su sagaz pupila llevaron el tema del paisajismo a niveles nunca antes alcanzados, por lo que sus creaciones siempre fueron bien acogidas por el público y la crítica.
Dentro de la hornada de artistas de la plástica cubana de principios de siglo XX, descuella con privilegio Domingo Ramos Enríquez, quien, por la magnitud y calidad de su creación, fue conocido como el pintor de los campos de Cuba.
Su extensa producción, dispersa por todo el mundo, con 43 piezas expuestas de manera permanente en el Museo Nacional de Bellas Artes, dan muestra del afán de este cronista de hacer visible la belleza natural de su país.
Falleció en La Habana en 1956.