En sus inicios, los chinos eran vistos como personas de despreciable clase. Muchos no tenían documentos necesarios, algunos utilizaban nombres falsos o españolizados, así que no se les permitían contraer matrimonios legales con mujeres blancas. Como no podrían enlazarse con mujeres blancas y constituir familia, la mayoría de ellos se unían en concubinato con personas con quienes ocupaban la misma posición social – esclavas negras. Estas uniones, como se ve en dos fotografías, se generalizaron en las zonas agrícolas en principio y luego se desarrollaron en actividades de la como puestos de frutas y vegetales, trenes de lavandería, restaurantes de comida típica, siempre con sus costumbres y secretos tradicionales que hasta hoy conservan algunas familias que quedaron en la Isla. Así nació el llamado ‹‹barrio chino››, que no fue más que un asentamiento social que se extendió, en la década del 1830, por las zonas periféricas de la ciudad.