Escuchar a Orlando Contreras, es volver a nuestra bella e inolvidable Cuba. Es sentir el olor de los pueblos de nuestra isla, el olor a fruta tropical, a Caimito, Mango, Piña, como también a Ron. Es bailar en un solo mosaico, con el amor que te enloquece, es el abrazo, el beso ardiente, apasionado y todo eso, con un trago de Ron en la mano, sin emborracharse, entre el mareo y el disfrute, sin perder la noción, ni hacer el ridiculo. Es estar sabroso, como se dice en el buen cubano. Pero ante todo y por encima de todo es, el amor y el desamor.
Contreras, cuyo nombre verdadero era Orlando González Soto, vivía en Palma Soriano con sus padres, Manuel González, descendiente de españoles, y Martha Soto, y un hermano mellizo, quien murió muy joven. Para su familia, las escapadas nocturnas de Orlando eran normales. Al joven le gustaba la música, le venía de familia. Era sobrino de los famosos Hermanos Contreras y de Silvio Contreras, pianista de la Sonora Matancera.
Tan familiar se hizo el pequeño Orlando para los integrantes de la orquesta que al poco tiempo lo emplearon como mandadero. Contreras se sentía feliz porque además de comprarles los cigarrillos y llevarles los vestidos a la tintorería podía estar cerca de los músicos, mirar desde un rincón los ensayos y las presentaciones, pese a las rabietas del dueño del establecimiento, quien lo hacía retirar por ser menor de edad.
Pero un día llegó el premio a la terquedad del joven. Contreras tenía ya 15 años. Se enfermó el cantante de la orquesta y como no había nadie más a la mano los músicos pensaron en él, pues conocía el repertorio. Ese día cantó montado en una caja de cerveza debido a su corta estatura. Por esa presentación le pagaron un peso cubano. Ahí, prácticamente fue su comienzo como artista
Cuando Orlando Contreras cumplió 18 años, en 1944, ya se había trasladado a La Habana. Allí fundó un conjunto al que llamó Kalamazoo . Luego integró el trío de Arty Valdés e hizo parte de los coros de la orquesta de Beny Moré.
Más adelante cantó con la orquesta de Luis nene González. Siempre en griles. Hasta que lo descubrió Severino Ramos, creador del estilo de la Sonora Matancera.
La gente cree que Contreras grabó con la Sonora Matancera dice Calderón porque Ramos integró una sonora propia, en la que él tocaba el piano, Juan Pablo Gobin Vásquez, Bubu , otro de los fundadores de la Sonora Matancera, el bajo, y cantaba Orlando Contreras. Para grabar su primer disco cuenta Calderón una novia le prestó los dos mil pesos que costaba la grabación por allá en los años 50. Y cuando el gerente de Radio Progreso de La Habana, donde se efectuaba la grabación, lo escuchó, le hizo firmar un contrato para que cantara en vivo en la estación radial y grabara algunos discos . Al morir, Contreras había grabado 57 larga duración.
Aunque algunas de sus canciones cuentan sus propias experiencias, también tomaba las anécdotas de sus amigos. Así nacieron: Donde tu irás , Será tu Condena , Dolor de Hombre , Sin Egoísmo y amigo de que . Aunque muchos creen lo contrario, era casi un monje. Salía muy poco. Escuchaba música y componía. Se escuchaba el mismo, según él, para perfeccionarse , dice Calderón. Contreras se casó seis veces. Sus 16 hijos están repartidos en Cuba y Nueva York. Son once mujeres y cinco hombres. Hay dos que cantan. Mari Contreras, una de ellas, se presentó con él varias veces en los Estados Unidos.
La vida de Contreras, a quien llamaban la voz romántica de Cuba, está llena de anécdotas: cuando se consolidó como intérprete en la Habana logró adquirir un pequeño gril. Sin embargo, al subir al poder Fidel Castro, el Estado le confiscó su negocio y sus cuentas bancarias. Unos cinco años después decidió sacar unos ahorros que tenía en su casa dice Calderón. Eran 40 mil dólares. Compró un bote, contrató a un capitán y, junto con otras 65 personas, entre hombres, mujeres y niños, salió a las tres de la mañana de un lugar de La Habana rumbo a Miami. Los aventureros llegaron a los tres días porque el capitán del bote era una persona muy inexperta, pero fueron bien recibidos . En 1977 vino por primera vez a Colombia. Y en uno de esos viajes se radicó en Medellín. Allí murió sin ver cumplido otro de sus sueños: tener un conjunto que se llamaría La Sonora Antioqueña.