Esther Borja Lima (La Habana, el 5 de diciembre de 1913 – La Habana, 28 de diciembre de 2013).
Esther Borja Lima, nacida en La Habana, se formó en solfége y teoría musical por Juan Elósegui, y en canto por Rubén Lepchutz. Se graduó como maestra en 1934 y comenzó su carrera en 1935; ese año actuó, con Ernesto Lecuona al piano, en el Teatro Nacional (ahora Gran Teatro de La Habana), y en el Auditorio Amadeo Roldán. Ese mismo año cantó el vals Damisela encantadora en la opereta Lola Cruz de Lecuona. Su voz fue descrita como una "hermosa mezzosoprano con una dicción clara y un buen sentido de la melodía". En el momento en que Borja inició su carrera, y durante años, Rita Montaner fue la principal estrella musical de Cuba. Sin embargo, Montaner (que también era una excelente pianista) gradualmente cambió su carrera del canto al estilo operístico hacia papeles y películas de personajes afrocubanos, y luego comenzó algunos programas de radio notables con humor mordaz y sátira política. Borja, por otro lado, siguió siendo principalmente cantante, y luego asumió algunas de las partes de soprano que Montaner había dominado previamente. Borja hizo su primera gira por el extranjero a Argentina en 1936 con Lecuona, su hermana Ernestina y Bola de Nieve. El cuarteto hizo una película, Adiós, Buenos Aires, en 1937, y Esther permaneció allí hasta 1943. Desde su nueva base en la Argentina, Borja cantó e interpretó zarzuelas de Lecuona y otros compositores, y realizó giras por Chile, Perú, Brasil y Uruguay. En 1943 regresó a Cuba para trabajar en conciertos organizados por Eliseo Grenet, y se marchó nuevamente para ir a Nueva York. Allí apareció con Lecuona en el Steinway Hall hasta que Sigmund Romberg la contrató para aparecer con su orquesta en el Carnegie Hall.Completó cinco giras por Estados Unidos con esta banda. Con el tiempo volvió a Cuba y continuó su carrera en operetas, zarzuelas y en la radio. Sus últimas apariciones en el teatro lírico fueron en Madrid y Barcelona en 1953.
La veíamos cada semana después del noticiero en el Canal 6. Hasta inicios de los años ochenta Álbum de Cuba fue el último reducto de la canción lírica cubana, aunque a veces los guionistas invitaban a figuras del feeling y de la llamada trova vieja —como si las trovas tuvieran edades—, entre ellas a las Hermanas Martí que cantaban a Villalón, a Corona, a Rosendo Ruíz… y la criolla de Marta Valdés, Aunque no te vi llegar que dice "Yo me hallaba sin amores y el amor de pronto vino" que ella pedía siempre. Existe una emisión del programa filmada en la herrería de Sirique en la cual conversa con Sindo Garay —próximo a cumplir su centenario— y presenta al Trío Matamoros en su última actuación televisada.
La recuerdo interpretando canciones cubanas que yo escuchaba por primera vez, a menudo con Adolfo Guzmán al piano, de quien cantó
Lloviendo —letra de José Ángel Buesa—,
Al fin amor,
Te espero en la eternidad y
Magia de amor; con el Trío Taicuba en
Noche Cubana, de Portillo de la Luz, con el conjunto Palmas y Cañas en un bolero de Eduardo Saborit dedicada a los días de la Alfabetización:
Despertar —"Hoy la Patria me ha dado un tesoro / he aprendido a leer y a escribir"—; también con Frank Emilio o Ñico Rojas en
Una rosa de Francia, del maestro Prats, o
Mi ayer y
Canción estudio, de Ñico.
Fina García Marruz la llamó La Dueña de la Tarde. En una página que le dedica en la serie Voces cubanas, de Visitaciones (1970), elogia la soberanía de Esther Borja en el registro medio —entre mezzo y contralto— y cómo, con el paso de los años, fue la única que quedó de las tantas muchachas que presentaron Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig en sus legendarias temporadas de zarzuelas y conciertos de canciones cubanas.
A través de anécdotas, comentarios y poemas se hojeaban episodios de historia y literatura, y con música, por supuesto, el devenir de la canción cubana desde Anckermann, Casas Romero, Prats, Grenet, Simons, Roig… hasta Bola de Nieve, Orlando de la Rosa, Isolina Carrillo, Tania Castellanos…
Esther interpretaba con frecuencia obras de Lecuona, a quien dedicó sus últimos tres discos de larga duración respaldada por el piano de Nelson Camacho en 1975. Nunca dejó de cantar su música, ni siquiera cuando el maestro eligió el camino de la emigración y voces oportunistas, siempre prestas, clamaban porque se borrarse su música del mapa musical de la Isla, como si eso fuera posible.
Desde inicios de los años 50, había centrado su carrera en canciones y boleros sentimentales, lentos, aunque en los treinta y los cuarenta también cantaba
Para Vigo me voy,
El zunzún o
Pregón de los pájaros —"El zunzún es juguete y es amor…"—,
Lágrimas negras,
Alma llanera y alguna que otra guarachita, como
Ese lerolero, que aprendió en Nueva York de su autora, la mexicana María Greever, quien fue su amiga. Por esa época recorrió la Unión norteamericana con la gran orquesta de Sigmund Romberg. Luego vivió por unos años en Buenos Aires y más tarde, hacia 1953, en España, se despidió de la zarzuela y la opereta.
Dijo muchas veces que en cierto momento de su carrera, sintió que su destino era dedicarse a la canción cubana, y a partir de entonces en sus conciertos comenzó a incluir obras de compositores del XIX como Manuel Lico Jiménez, Ignacio Cervantes y Marín Varona, por ejemplo, montadas tras largas horas de estudio y cuidadoso ensayo. Tuvo el mejor repertorista: Luis Mariano Carbonell. A compositores contemporáneos suyos dedicó todo un disco, hoy prácticamente inencontrable, con composiciones de René Touzet, Osvaldo Farrés, Mario Fernández Porta, Orlando de la Rosa, con arreglos del maestro Sánchez Ferrer, y otro longplaying a canciones de Ernestina Lecuona con la orquesta de Humberto Suárez, con la intervención de un órgano eléctrico, a trechos verdaderamente lamentable. Ya para entonces Esther había grabado, en Madrid, Rapsodia de Cuba (1953), con muy notables orquestaciones de Fernando Mulens, considerado entre los mejores discos cubanos del siglo xx.
Su Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces (1955)—con los pianos de NumidiaVaillant y Luis Carbonell— es el único de sus fonogramas editado en disco compacto en Cuba en fecha más o menos reciente, y su publicación fue recibida con especial entusiasmo. Muchos de los que ahora oyen ese disco jamás vieron una sola emisión de Álbum de Cuba porque, sencillamente, no habían nacido. Era cuando La Dueña de la Tarde, después del noticiero del Canal 6, cantaba: "
Para ti traigo a Cuba en mi voz / sus canciones más bellas y un mensaje de amor."
Un día del año ochenta y pico esperé y esperé en mi casa que vinieran a buscarme los de la televisión para grabar, como cada semana. Nadie vino, nadie llamó, nunca me dieron explicación acerca de porqué el programa salió del aire. No sé quién lo habrá decidido, pues tampoco nunca pregunté.
Eso me contó Esther Borja, junto a la costa del oeste, en uno de los hermosos atardeceres que suelen vivirse en La Habana. Fue entre octubre y noviembre, recuerdo que su cumpleaños 80 se encontraba próximo.